El uso de redes aumentó considerablemente a nivel mundial este año y su repercusión en nuestras vidas se volvió un arma de doble filo, sobre todo para los más jóvenes. Te invito a reflexionar acerca de esta herramienta que puede ser muy positiva si así lo dispones.
Desde que a nivel global se dio a conocer el Covid-19, la vida comenzó a cambiar drásticamente. Actividades en grupo, educación presencial, reuniones, fiestas, entre muchas otras actividades, fueron prohibidas.
El uso de redes sociales aumentó exponencialmente en todo el mundo, pues era la única manera de estar conectado con los demás de manera segura. Con la campaña de #QuédateEnCasa, las redes sociales han sido la herramienta más práctica para seguir enterándonos sobre lo que sucede en el mundo y, sobre todo, estar en contacto con nuestros seres queridos y amigos.
Sin embargo, a lo largo de estos seis meses, he notado que muchas personas que antes quizá no lo hacían, comenzaron a compartir su vida diaria, cada momento, cada desayuno, comida, cena, rutinas de ejercicio, actividades de aseo doméstico, retos, hijos, entre muchas otras.
Cada quien es libre del uso que le da a las redes sociales, pero quiero compartir la importancia de cuidar lo que están escuchando y viendo los preadolescentes y adolescentes en esta época, tanto de sus papás, de sus hermanos mayores y, con mayor razón, de lo que están absorbiendo en redes sociales.
He platicado con muchas amigas que son mamás y visto comentarios también en las diferentes redes, que muchas influencers o bloggers están afectando negativamente a los que los ven, porque en este mercado de preadolescentes o adolescentes, son mucho más vulnerables y sensibles a lo que ven o escuchan. El excesivo uso de filtros para que las jóvenes se vean hermosas y perfectas, afecta mucho a la autoestima de los jóvenes, comienzan a comprar una idea de perfección falsa, que NO existe, queriendo ser como ellas o imitarlas en su forma de vestir, de hablar, de lo que consumen, y a querer adoptar ese estilo de vida que quizá no es su realidad.
Comentarios de preadolescentes muy cercanos a mí se han quejado de que están gordos o gordas, de querer lograr el abdomen plano o con cuadritos como tal influencer, la cara perfecta como aquella otra figura pública, el querer su casa o el clóset, comprar productos milagrosos que anuncian, etc.
Considero que esto es muy lamentable, pues también las mamás que consumen contenido de estas cuentas necesitan estar alerta de lo que están escuchando sus hijos, pues muestran como si fuera una meta ser como aquellos influencers y tener lo que ellos tienen pero, al contrario, se crea una frustración. Esto también afecta a que los jóvenes comienzan a presionar a los papás económicamente para lograr un estilo de vida más acomodado por tener esos “ejemplos” en las redes sociales y vivir en un “mundo de caramelo”.
Cada vez más y sobre todo en esta nueva normalidad, necesitamos estar alerta de estos detalles, pues actualmente ya hay muchos efectos negativos a nivel psicológico y emocional que el encierro ha provocado, por lo que, si le sumamos que los jóvenes ahora se ven más afectados por lograr una imagen perfecta, esto perjudica más todavía a los papás y por ende la armonía de la familia.
Tomemos lo bueno
Necesitamos ser más selectivos con lo que consumimos en redes, solamente tomar lo bueno, lo positivo, consejos o técnicas para mejorar nuestra vida, nuestra salud, tomar ejemplos que nos beneficien, no que nos provoque estrés ni presión por ser imitadores o querer perseguir cosas materiales que al final, no dan la felicidad.
Tener los pies en la tierra, en la realidad que estamos viviendo y en entender que las redes sociales son engañosas, entender que son muchas realidades inventadas, pues al final y tristemente, el ego está a la orden del día, esperar Likes o seguidores es la meta diaria de muchos que no se dan cuenta del otro lado de la vida, el lado en el que puedes disfrutar de la música, de cocinar, jugar, compartir en familia, estar en contacto con la naturaleza, mejorar aspectos de la vida que quizá antes por falta de tiempo no se podía, etc. Darse cuenta que NO PASA NADA si no se comparte con los seguidores. No es una competencia.
Felicito a aquellos influencers que como su palabra lo dice “influyen” pero POSITIVAMENTE a quien consume su material, dar su tiempo para realmente enseñar, hacer reír sanamente o dar buen ejemplo es hacer un buen uso de sus redes, siendo este su granito de arena a la sociedad.
Utilicemos nuestras redes para compartir, para apoyarnos unos a los otros, denunciar injusticias, contagiar alegría y cosas positivas que hoy más que nunca, todos necesitamos. Seamos auténticos en redes, mostremos nuestro lado humano, nuestro lado sensible, nuestro lado real con un propósito que beneficie a alguien más.
Al final, el aprendizaje en esta época es que nos hemos dado cuenta que la salud realmente es el regalo más valioso y que el estar unidos en familia nos convierte en personas muy privilegiadas.
Nosotros como adultos, necesitamos transmitirle a los más jóvenes que lo que realmente importa en la vida es disfrutar de los momentos, hacer lo que nos apasione, valorar lo que tenemos, tener paz interior y una vida espiritual bien alimentada, y que nuestro corazón esté pleno para realmente tener esa alegría diaria que tanto se necesita contagiar hoy.
¡Arriba corazones, unidos y con alegría, saldremos adelante!
Por Ana Lucía Treviño