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No es nuevo, el movimiento del slow living nació en Italia en la década de 1980, pero bien se podría aplicar hoy. En aquel entonces, los celulares no afectaron nuestra convivencia, pero el estrés del trabajo y de otros factores personales nos alteraban por igual.

Vivimos acelerados, estresados, cansados y eso se resiente con la pareja, con los hijos… con uno mismo. Por esta razón, hoy ese movimiento de “slow life” (o vida lenta) es una tendencia en ascenso.

Siempre y cuando no caiga en ocio excesivo o en un liberalismo sin censura, el slow living es una herramienta más para contrarrestar o evitar el riesgo de caer en el desarrollo de problemas como el Síndrome del Workout.

En un país como México, cuatro de cada 10 personas que trabajan padecen los estragos del estrés laboral, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). 

Es decir, que casi la mitad de los trabajadores mexicanos sufren por causas relacionadas con su empleo, lo que impacta directamente en su salud y en su familia.

Y es que el estrés laboral y otros factores contribuyen para que la persona cruce sus límites y desarrolle el Síndrome del Burnout. 

Sobre todo porque en mayo de este año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo clasificó como una patología relacionada con fatiga física, mental y emocional, provocada por el estrés laboral.

Específicamente, dicho síndrome se caracteriza por el cansancio laboral y emocional que inclusive consta de disfunción psicológica, con altos niveles de estrés y tensión que sobrepasa al área de trabajo, impactando en el ambiente familiar de quienes lo padecen. Algunos factores –además del estrés– son el ritmo acelerado de vida, la falta de inteligencia emocional, mal manejo de las frustraciones, la adicción a los dispositivos móviles, las crisis emocionales, la depresión y la ansiedad, así como problemas con las relaciones interpersonales.

Si tomamos en cuenta que cada vez más familias cuentan con que papá y mamá trabajan, esto se traduce en vulnerabilidad para los pilares del hogar.

Lo peor del caso es que al Síndrome del Burnout se le suman “enemigos” de la salud como la adicción a los celulares -que perjudican la convivencia en familia-, malos hábitos alimenticios y sedentarismo.

 

El estrés laboral impacta directamente en la familia de cada una de las personas que trabajan 

 

Para la OMS, esta nueva patología tendrá su diagnóstico a partir del 2022, ahora que ya forma parte de la Clasificación Internacional de Enfermedades. De esta manera, podrá ser tratada por especialistas de la salud y en instituciones del rubro.

El Dr. David Alter, quien forma parte del Instituto de Rehabilitación de Toronto, indica que en la actualidad “ya ni siquiera es lo suficientemente bueno hacer ejercicio 30 minutos al día y ser sedentario por 23 horas y media”. 

Este tipo de fenómenos que marcan la salud en todos los sentidos se ven reflejados directamente en los jóvenes y adultos y ésto, a su vez, altera a los niños.

Una investigación realizada por Researchers from Happiness Works encontró que una cuarta parte de las personas de entre 35 a 54 años se siente menospreciada en su trabajo y que eso afecta otros ámbitos de su vida.

¿Cómo hacerle frente? Tal como se mencionó al principio de este texto, con movimientos como el slow living, el apoyo de familiares y con el esfuerzo de uno mismo por tener un estilo de vida pleno y con la iniciativa de cultivar relaciones fructíferas con los seres queridos.

Te podrás preguntar ¿qué ritmo de vida llevar? No tiene que ser completamente low (lento), pero tampoco fast (rápido), sino encontrar un balance que se ajuste también a la “velocidad” que lleva tu familia. El equilibro nos acerca a la felicidad y la familia nos sostiene entre la marea comprendida por el estrés y el resto de factores que impactan y alteran nuestra estabilidad en todo momento, fuera y dentro de casa.

Encuentren la manera de vivir que más se adecúe a las necesidades de cada integrante de la familia, con comunicación y empatía. Cada quien tiene su carácter y sus metas y éstas se pueden alcanzar tomados de la mano, por muy dispar que puedan ser las personalidades y objetivos de cada uno.

Mente, familia y actitud

 

Además de tomar lo mejor de movimientos como el slow living y de evitar caer en los estragos del estrés y sus derivados. Desconectar el celular no es la única vía, también tenemos que poner nuestro “granito” de arena diario por nosotros mismos. Aquí algunas alternativas para lograrlo, ten paciencia y échale ganas:

 

  • Planea, ordena e identifica lo que puede ser un obstáculo para el bienestar y lo que te acerca a lograrlo.
  • Toma elecciones siendo transparente y honesto contigo mismo.
  • Consulta a la pareja (en caso de tenerla) y siempre recuerda que tienes el apoyo de tu familia.
  • Haz a tu familia parte de tus aciertos y también de tus errores. De ambos se aprende.
  • Cuida tu descanso, aprovéchalo y procúralo.
  • Evita el sedentarismo. El ocio es necesario, cuando se tiene con medida.
  • Ten buenos hábitos en todas las áreas de la dimensión humana.
  • Motívate, para todo. Esto te impulsa a salir adelante y dar lo mejor de ti.
  • Ve el lado positivo de las cosas; hasta de los conflictos y frustraciones salen oportunidades.
  • Trabaja en tu autoestima y realización para tener seguridad, confianza y plenitud. Refúgiate con tu familia cuando esto sea un reto que parece estar lejano.

 

Tranquilos y felices

 

Como propone el slow living, llévate todo más tranquilo, despacio, consciente y disfrutando en todo momento. La vida consta de pequeños instantes que se vuelven anécdotas, de acciones que se vuelven relaciones duraderas y de trabajo que se convierte en logros.

Para Alejandra Rodríguez, autora del libro “Slow Life”, esta filosofía se basa en equilibrar las obligaciones que requieren aceleramiento y rapidez, en darnos un descanso, no saturarnos y a llevar “una vida en la que los hábitos son más saludables y conscientes, tomando mejores elecciones para vivir de una forma más plena”.

También en consumir con responsabilidad y en concentrarse en el momento. Planear nos genera orden y visión, pero disfrutar hace que ésta valga la pena.

Rodríguez considera que “Todo reside en la calma y la lentitud. No hay felicidad sin paz ni plenitud, vivir más lento nos brinda un espacio muy valioso para el disfrute y la mejora de las relaciones con nosotros mismos y nuestro entorno”.

Por su parte, la especialista Ana Lovera dice que “es importante bajar el ritmo, querernos, valorarnos y perdonarnos; nos han enseñado siempre a ser generosos con los demás, pero no somos capaces de serlo con nosotros mismos”.

 

“La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar”

 

Thomas Chalmers 

Teólogo y escritor escocés

 

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