Los buenos resultados no son un accidente: prepararte para que las cosas funcionen de la mejor manera es clave en la construcción de buenas relaciones con los demás y, en general, de una buena vida
Dicen los que saben de jardinería, que primavera y otoño son las mejores estaciones para sembrar y podar determinadas plantas, pero también saben que deben preparar la tierra para que puedan crecer en las mejores condiciones. Antes de poner la primera semilla en el terreno, verificaron que este tuviera la mejor calidad posible para lograr los mejores resultados.
Me gusta usar este ejemplo cuando hablo de nuestras relaciones con los demás, en especial nuestra pareja y los hijos, porque sucede lo mismo que en jardinería cuando se trata de obtener la mejor comunicación con los nuestros.
Esperar que nuestro hijo nos cuente sobre su vida y las posibles inquietudes que enfrenta, o que nuestra pareja pueda decirnos lo que le molesta de manera abierta y tranquila, independientemente del estado de nuestra relación con ellos, es ingenuo y potencialmente dañino, ya que puede crear expectativas irreales que provoquen distancia entre todos.
Para tener una relación cercana, cariñosa y con buena comunicación con los que quieres, hay que preparar la tierra.
Un hijo molesto contigo estará menos dispuesto a seguir las reglas de la casa, a hablar contigo o a cumplir con algo que le hayas pedido. Independientemente si está enojado porque le llamaste la atención adecuadamente por alguna falta cometida, es necesario hacer ciertas acciones para promover que el hijo se sienta mejor o más cercano a ti, y esté dispuesto a conversar sobre lo ocurrido.
Lo que hacemos con frecuencia es que un niño se porta mal y los padres lo regañan o castigan. Al poco tiempo, le solicitan algo y, como sigue molesto, no lo hace o lo hace mal. Nuevamente los padres lo reprenden y, si esto se convierte en un patrón de ambas partes, la relación con el hijo se habrá deteriorado provocando mayores problemas de conducta.
Porque, como lo he dicho en otras ocasiones, el comportamiento de los niños es un lenguaje que nos indica cómo se siente con él mismo y con todo lo que está ocurriendo en su vida (sus padres, la escuela, sus amigos, etc.) Así que cuando hay una distancia importante entre un hijo y sus padres, el niño estará expresando – metiéndose en problemas – lo molesto y asustado que está por esta situación.
Y justo cuando las cosas están muy mal es que los papás quieren sentarse con el menor para hablar y saber qué le pasa.
Hay que preparar la tierra. Antes de intentar tener esta conversación, hay que mejorar las cosas.
Aunque el castigo persista (porque ya fue establecido y se debe cumplir), háblale con cariño sin recriminaciones (“No sé por qué sigues con esa cara”; “Ya no te enojes”). Recuerda que es válido que esté enojado si lo regañaron, así que deja que exprese su molestia, pero en caso de que fuera grosero o agresivo, explícale que estás de acuerdo con que esté de malas pero que no vas a permitir las faltas de respeto, por lo que podría incrementarse el castigo si no modera su malestar. Usa las palabras “tú decides”, “tú mandas” o “depende de ti”, de manera que le das poder sobre lo que va a pasar, promoviendo el autocontrol. Todo esto díselo con mucho cariño.
Busca temas que distraigan la atención y la conversación hacia otros tópicos distintos a lo que provocó problemas: contarle que leíste una noticias en el periódico sobre uno de sus pasatiempos, o pídele ayuda en un proyecto particular (“Va a ser cumpleaños de tu abuela y tú la conoces bien, me ayudarías mucho si me acompañas a elegir algo que le guste”). No presiones si no responde rápidamente a tus intentos de mejorar las cosas. Cada persona tiene sus tiempos y regresará a ti cuando vea que una cosa es que haya lógicas consecuencias cuando se infringe una regla de la casa, y otra muy distinta es el amor que le tienes y que las cosas puedan seguir funcionando independientemente de lo ocurrido.
El mejor momento para hablar de un tema serio o importante con tu hijo (de hecho con cualquier persona) es cuando sientes que las cosas se han tranquilizado entre ambos. Ya has preparado la tierra para que una sana y abierta conversación.
Con nuestra pareja ocurre algo similar: si los cónyuges no han desarrollado una relación de confianza y seguridad, ¿cómo pueden sentirse cómodos al hablar de temas sensibles?
En este caso, como en todas nuestras otras relaciones, preparar la tierra se refiere a tratarse con amabilidad y respeto en las cosas pequeñas y en las grandes, en ser considerados y tratar de entender y aceptar al otro lo más posible.
Si yo sé, por experiencias pasadas, que ni mi esposo ni yo tendremos una discusión emocionalmente desproporcionada, si no nos burlaremos de lo que diga el otro o minimizaremos lo que sucede, si sé que nos pondremos atención y podremos hablar con calma de lo sucedido, aún si no estamos de acuerdo con algunos puntos de vista, puedo decir con tranquilidad que hemos sabido preparar la tierra para tener un ambiente seguro en nuestra relación y podemos tener conversaciones sinceras, respetuosas y en paz.
Desde luego, esta analogía de preparar la tierra puede utilizarse en muchos escenarios con muchas personas. Lo que ilustra es que no deberíamos esperar “resultados milagrosos” en nuestra relación con los demás si no hemos construido con anterioridad una conexión saludable con ellos.
¡Te sorprenderán los resultados que obtendrás si aplicas un poco de “jardinería” en tu vida!
Por Mónica Bulnes