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Cuando ponemos en práctica el lema ‘cada quien lo suyo’ respetamos a cada integrante del hogar, su espacio, individualidad y hasta sus cosas

Cuando vivimos en una misma casa pueden surgir enfrentamientos, sobre todo cuando los niños son pequeños y comparten espacios como zonas comunes del hogar o habitación.

En una misma familia, hay perfiles muy distintos y todos y cada uno de ellos deben adaptarse a compartir el mismo hogar. Entre la diferencia de edades y gustos, el entendimiento puede tener sus problemas a la hora de la convivencia en casa.

El secreto es entender lo siguiente: si actuamos con respeto siempre, los demás también lo harán. Todos somos diferentes y nos movemos de forma distinta a los demás, sobre todo porque dentro de una misma casa hay una “ensalada” de perfiles, personalidades y gustos.

Además del respeto ante todo, la tolerancia es una de las claves en esta fórmula, ya que nos invita a la empatía y a la solidaridad.

Compartir puede ser un ejercicio complicado para ciertas personalidades y esto no lo hace ni bueno, ni malo, simplemente son retos más difíciles para unos que otros. 

Empezando por el propio hogar: respetar, respetar y volver a respetar. Cada quien lo suyo, sea esto su espacio, su lugar, su momento, su día a día.

Y es que practicar la paz y desarrollarse en un ambiente de paz es la mejor forma de crianza para los hijos, de desarrollo y formación para adolescentes y la manera en la que podemos vivir en una sociedad plena.

Somos muchos en este planeta y tenemos que aprender nuevas formas pasivas de habitarlo.

Empieza por ti, sí, llevarse bien con uno mismo es el primer paso para hacerlo con el resto de personas en casa y en los entornos a los que acudamos.

Está comprobado que crecer en un ambiente de paz genera beneficios para chicos y grandes. De hecho, evita que los niños crezcan y se conviertan en personas con problemas, adicciones, por ejemplo.

En cambio, cuando la paz reina en el hogar, los conflictos disminuyen para dar pie al diálogo a la hora de la resolución de diferencias, para fomentar la armonía y reducir el estrés propio de vivir bajo el mismo techo.

Ser seres de paz proporciona empatía, solidaridad y, sobre todo, hace más llevadera la vida. Educar en la paz es crear personas que puedan hacer el cambio sin tener que verlo como una acción adicional altruista, sino como el deber ser, por inercia.

La prudencia y la sinceridad también harán que la convivencia en casa esté libre de conflictos. Ser compasivo, estar tranquilo y no tomarse todo personal –así lo sea– conformarán círculos virtuosos para llevarse mejor.

Pensar antes de hablar es TODA la diferencia a la hora de comunicarnos en el lugar que cohabitamos, actuar y no solamente reaccionar es importante para relacionarnos unos con otros.

Llevarse bien trae consigo grandes frutos, pero también es de los procesos por los que podemos conocernos mejor –y a otros–, lo que provoca que reconozcamos nuestros valores y áreas de oportunidad, esas partes negativas que podemos convertir en motores de crecimiento, en todos los aspectos.

“La bondad es el principio del tacto, y el respeto por los otros es la primera condición para saber vivir” Henry F. Amiel, Escritor.

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