La relación fraterna es el primer ejercicio de empatía, solidaridad y amistad en la vida de un ser humano. Cada integrante de la familia es único e irrepetible y, por ello, hay personalidades de hermanos que pueden tener diferencias, provocando pleitos en casa e incluso una dinámica hostil entre la familia.
Sin embargo, esas diferencias se pueden convertir en áreas de oportunidad para que la familia y sus integrantes se complementen y aprendan el uno del otro.
De hecho, los hermanos se apoyan, juegan y generan un vínculo de cariño y compañerismo forjando una amistad como ninguna otra. Cuando llegan los pleitos o las situaciones delicadas, algunos padres no saben cómo lidiar con ellas, lo importante es ser objetivo, paciente y comprensivo, ya que factores como la edad de los hijos y su personalidad determinarán la manera en la que cada uno enfrentará el asunto.
Hay familias en las que diariamente se escucha que un hijo se queja de su hermano (a). Que si es el consentido, que si no recibe la misma atención, que si el juguete no se lo compraste a él… y este panorama es tan común en ciertos hogares, que no resultaría extraño que consideres que los “celos entre hermanos” son inevitables, que forman parte de cualquier dinámica familiar. Y justo esa normalización es lo que se debe evitar.
Como dice en entrevista para Aventura Familiar Ana Cecilia Charles, maestra en psicoterapia breve sistémica por el Centro de Crecimiento Personal y Familiar (CCPYF) de Monterrey, “quien tiene hermanos y no escuchó alguna vez esta frase (‘como perros y gatos’) de labios de su madre, no ha vivido, dirían algunos. Sin embargo, fuera de broma, la mala relación entre hermanos suele ser uno de los motivos de consulta más frecuentes en la terapia”.
Los celos entre hermanos son muy comunes, pero no deben formar parte de la dinámica y la interacción familiar. Ponerse en los zapatos de tu hijo ‘celoso’ y pasar tiempo de calidad con él o ella puede hacer la diferencia para que este sentimiento sea sustituido con aprendizaje, alegría y respeto fraternal.
A decir de Charles, es frecuente que algunos padres, de forma consciente o inconsciente y en un intento por mejorar la actitud de aquel hijo que evidencia el “mal comportamiento, descontrol o celos rebeldes”, recurren a un discurso motivador o desesperado, que los lleva a resaltar “las maravillosas cualidades de uno y las desastrosas deficiencias del otro”.
Pone el ejemplo de los clásicos discursos del tipo “fíjate cómo lo hace tu hermana” o “si te esforzaras tantito como…”, ¿te suenan?
“Se entiende que los padres hacen su mejor esfuerzo y tratan de ‘no comparar’ a los hijos”, reconoce Charles. Pero una vez que están en el proceso terapéutico, dice, “después de la reflexión, los padres se hacen conscientes de que si bien su intención no ha sido comparar, resaltar y contrastar las diferencias entre sus hijos, inconscientemente alguna de sus actitudes o acciones ha terminado por presentar ese ‘sentimiento’ en el ‘hijo problema’”.
Y aclara: “el ‘hijo problema’ va en comillas porque el hijo no es un problema”, sino la interacción familiar que permite las diferencias y los pleitos son la problemática.
La sana competencia y el respeto a su individualidad evitarán que los hermanos se transformen en “rivales” y sean los mejores amigos.
Un trabajo en conjunto
Una de las problemáticas más comunes entre hermanos es la de los celos y la especialista explica que ante las actitudes difíciles de aquel hermano “celoso”, a los padres les cuesta trabajo ver las cualidades positivas de su hijo.
“Atraviesan por un transitorio estado de ‘amnesia’”, indica, “ante la naturaleza de las interacciones, parece que a los padres se les ha olvidado que ha habido momentos en que dicho hijo ha tenido un buen comportamiento”.
Pero “en ningún momento se pretende culpar a los padres de la presencia de los ‘celos rebeldes’”, enfatiza. “Más bien, pretendemos resaltar el poder de cambio que los padres pueden generar en acciones concretas, y sobre todo sencillas”, por lo que se busca llevarlos a recordar los momentos de interacción más felices que vivieron a solas con ese hijo, así como las experiencias que más se han disfrutado entre hermanos.
Por esta razón, para que los hermanos tengan una relación armoniosa es necesario que los padres hablen el tema y se enfoquen –hasta en las situaciones que parecen triviales– en destacar los aciertos de cada hijo, de forma equitativa y optimista.
¿Cómo manejarlo?
Estas son las preguntas que la especialista Ana Cecilia Charles te invita a responder en un momento de reflexión personal o junto con la pareja:
Cuando se da un momento “tenso” entre hermanos, ¿cómo lo manejamos? ¿A quién nos dirigimos? ¿Qué consecuencias dictamos a cada quién?
“Hay veces en que los hijos solo necesitan el voto de confianza de los padres. Saber que en un momento de ‘crisis’ podrán ser vistos al margen del problema, es decir, como Juanito, y no como ‘Juanito el que siempre se enoja y molesta a los hermanos’”.
Para que no se presenten los “celos rebeldes” entre los hermanos, la psicóloga recomienda lo siguiente:
Tiempo de calidad: bastan cinco minutos en los que el celular, la computadora, la televisión y el trabajo se hacen a un lado.
Reconocimiento positivo: como padres debemos tener presente la importancia de reconocer aquello que el niño hizo bien, por más pequeño, sencillo o “irrelevante” que parezca.
Sana competencia: Saca provecho de la rivalidad entre hermanos para las cosas buenas, por ejemplo: “¿quién se terminará primero los vegetales?”, “¿Quién hará primero la tarea?”.
Coaching familiar: asistir a un proceso terapéutico familiar no nos hace más vulnerables, sino más fuertes, recalca Charles. Con procesos centrados en la solución, en lugar del problema, la familia podrá transitar de forma más organizada a interacciones más satisfactorias.