El descanso, por definición, es pausa en el trabajo o en otra actividad para reponerse del cansancio. El descanso proporciona tranquilidad o alivio de una preocupación o dolor. ¿Cuál es tu actitud ante el descanso?
Todos necesitamos descansar para tener una vida equilibrada. Existen dos extremos en el descanso: uno consiste en descuidarlo o despreciar pensando que no se necesita, o que descansar es falta de fortaleza. Despreciar el descanso implica no conocer la condición humana, ya que algunas veces puede ser una forma de soberbia o de desorden. No se nos va a juzgar por el número de cosas hechas, sino por el amor puesto en ellas. Otro extremo consiste en excederse en el descanso.
Hay que aprender a descansar y tomar en cuenta que tras una excesiva irritabilidad o susceptibilidad, hay cansancio.
El cardenal Julián Herranz dice que “descansar, nos decía, es un acto de caridad con los que viven con nosotros, porque los que no son capaces de soportarse a sí mismos acaban volviendo incapaces a los demás de soportarlos a ellos”.
No se debe identificar el descanso con la inactividad. Descansar implica cambiar de ocupación: leer, hacer deporte, visitar un museo, tomar un curso, estudiar, practicar un arte, dibujo, canto, pintura… las posibilidades son innumerables. Muchos necesitan ir al campo para descansar. Otros descansan visitando centros comerciales o viendo películas.
La diversión, distracción y, por ende, el descanso está en las acciones cotidianas, en gozar lo que tenemos enfrente y hacerlo junto a quienes más amamos. En lo ordinario se puede encontrar lo extraordinario.
- K. Chesterton decía que “si no podemos hacer que los hombres vuelvan a gozar de la vida ordinaria que los modernos llaman insípida, toda nuestra civilización estará en ruinas dentro de unos años…Si no podemos hacer interesantes tal cual son, el amanecer, el pan de cada día y la creación mediante el trabajo corriente, la fatiga caerá sobre nuestra civilización como una enfermedad mortal. Así murió la civilización antigua: de pan y circo, y de olvido de los dioses del hogar”.
La eterna canción sobre lo extraordinario de las cosas ordinarias de Chesterton le llevaba a afirmar: “No está en distanciarse de la vida el secreto que todos buscamos, el secreto de gozar de la vida. Estoy completamente seguro de que nuestro mundo terminará en la desesperación si no conseguimos hacer que nuestra mente, los pensamientos corrientes que tenemos en los momentos ordinarios, sean más sanos y más felices de lo que parecen ahora, a juzgar por la mayoría de novelas y poemas modernos”.
Descansar no es una oda a la flojera y tampoco la pérdida de tiempo, es simplemente gozar de pequeñas acciones ajenas al ajetreo de la vida diaria, es disfrutar de todos los momentos ordinarios en familia para convertirlos en anécdotas y recuerdos inolvidables.
Superando el aburrimiento
Actualmente los niños, jóvenes y adultos consideran que estar “sin hacer algo” es aburrido y que no traer un gadget en la mano o que estar desconectado de Internet y sus redes sociales es estar “fuera de la jugada”. Pero lo cierto es que los seres humanos tienden cada vez menos a estar en silencio, en el exterior, casi no procuran disfrutar los momentos en los que se puede estar acompañado y en paz, sin necesidad de estar frente a la pantalla de un aparato electrónico… descansando.
El descanso no es aburrimiento. Winston Churchill consideraba que el principal factor que había causado la Segunda Guerra Mundial fue el aburrimiento de los jóvenes. La pereza, la acidia, no es sólo física, es moral. No quiero interesarme, no deseo hacerme cargo.
El aburrimiento es el cansancio o fastidio causados por disgustos o molestias, o por no tener nada que divierta o distraiga. Aquellos que se encuentran aburridos pueden considerar su estado como una especie de pérdida de tiempo.
Estar aburrido puede llevar a acciones que perjudiquen los propios intereses. Así, hay jóvenes que no saben cómo emplear el tiempo libre e imitan lo que hacen los demás, se aborregan. Si los amigos toman, ellos hacen lo mismo, sin ver que eso les puede llevar a males incontables.
Una de las razones que mueven a los jóvenes a entrar en el mundo del alcohol o de la droga es precisamente el aburrimiento. No hay quien les enseñe a divertirse sanamente. La forma de aliviar este estado es a través de los pasatiempos: la lectura, el deporte, visitar museos, cultivar las artes manuales o artes mayores, visitar a las amistades o a los enfermos olvidados en algunos hospitales. Pero para ir más a fondo, la persona aburrida necesita un proyecto de vida: debe plantearse en qué se va a preparar para afrontar la vida, disfrutar esa actividad, ser feliz y ser útil a los demás.
El tedio es la culminación de un periodo durante el cual sentimos un progresivo vacío interior. Ese tedio puede aprisionarnos. La lucha contra el tedio pasa por dos vertientes: evitar que aparezca, y si aparece, intentar eliminarlo lo antes posible a través de la programación de nuestras actividades diarias. Hay que saber a qué vamos a dedicar nuestro tiempo y planificarlo. Una buena organización evita esos lapsos de tiempo en que se tiene la sensación de no saber qué hacer o no tener qué hacer.
Otras veces el tedio nos invade en una actividad rutinaria. Nos parece que hacemos lo mismo cada día. Hay que plantearse entonces una visión más amplia. Si ahora nos aburrimos ¿qué pasará dentro de diez años? Hay personas que encuentran una salida del tedio a través de la capacitación en un área de su interés, o del cultivo del arte y de su conocimiento.
La vida es una aventura maravillosa si sabemos ver lo bello y positivo que hay en ella. Si se tiene entre manos la educación de los hijos, es apasionante percibir sus avances y su crecimiento en el vencimiento personal, en la laboriosidad y en el espíritu creativo que un padre puede fomentar.
El Dr. Carlos Llano, que nunca se aburría, decía que “nosotros queremos proliferar un modelo de persona donde lo verdaderamente significativo es el modo de relacionarse con los demás, es así como nos individuamos, no aislándonos, no compitiendo, sino buscando las relaciones originales con los otros, porque yo solamente seré persona en la medida en que logre que los demás sean personas también”.
La raíz más profunda de esta tristeza es la falta de una gran esperanza y la imposibilidad de alcanzar el gran amor. Todo lo que se puede esperar ya se conoce y todo amor desemboca en la desilusión.
Hoy existe un extraño odio del hombre contra su propia grandeza. El hombre se ve a sí mismo como el enemigo de la vida, se ve como el gran perturbador de la paz de la naturaleza, la criatura que ha salido mal. Su liberación y la del mundo consistiría en el destruirse a sí mismo y al mundo, en el hecho de eliminar el espíritu.
La mejor relación es aquella en que cada uno aprende a vivir con los defectos de los demás y a admirar sus cualidades. Quien no valora lo que tiene, algún día lo lamentará. Hay personas que viven en el pasado o en el futuro, cuando lo único que tenemos es el presente. No vale la pena arruinar el presente por un futuro que no sabemos si llegará para nosotros.
El filósofo Søren Kierkegaard aproxima el aburrimiento a la melancolía. Según Santo Tomás de Aquino, la raíz de la desesperación se encuentra en la así llamada acidia, que nosotros traducimos por pereza, en cuanto falta de voluntad de un hacer activo; según Tomás es idéntica a la “melancolía de este mundo”.
Beneficios del buen descanso
Aunque la inactividad no debe confundirse con el descanso, el dejar que el cuerpo se recupere tras una larga jornada de trabajo o actividades exhaustivas es sinónimo de salud.
De acuerdo al Centro Nacional de Investigación de Trastornos del Sueño, el buen dormir está relacionado con la longevidad y el descanso y rendimiento óptimo.
Dormir de forma adecuada y descansar lo suficiente ayuda al sistema inmune de chicos y grandes, baja la presión sanguínea, disminuye los niveles de estrés, reduce la inflamación corporal y potencializa la concentración y la capacidad cognitiva. Sin contar que también es una inyección de energía y de buen humor.
Por Rebeca Reynaud