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Cuando le preguntaron a la Madre Teresa de Calcuta ¿qué habría que hacer para promover la paz en el mundo?, sencillamente contestó: “Vayan a su casa y quieran mucho a su familia”. Y no era para menos, la paz inicia en la familia y se contagia a la sociedad.

Poco valen los discursos, los acuerdos, las reuniones diplomáticas y las estrategias políticas, si no hay paz en el corazón del hombre y si se alimentan el rencor, la intriga, la codicia, la mentira y otras pasiones dañinas en el seno de la familia.

Poco antes de morir mi abuelo materno –nacido a fines del siglo 19– y quien fue un próspero comerciante de ropa masculina, le escuché decir que lo más importante era cuidar la familia. Lo recalcó varias veces, como queriendo advertirnos de no caer en la trampa de sobrestimar otras mundanas aspiraciones.

Había luchado por ganarse una sólida reputación financiera, sin embargo, la variable económica no figuraba en su recomendación.

Si le preguntamos a 100 personas qué es lo más importante y valioso en la vida y por lo que vale la pena luchar y sacrificarse, muy probablemente 90 responderán que su familia.

La familia es la primera escuela de valores y virtudes, es la unidad básica de la sociedad. Es un entorno muy valioso en donde se aprende a amar, compartir y crecer. Pero, en nuestros días, éste valioso entorno enfrenta muchos retos y tentaciones y resulta difícil para sus miembros lograr la armonía, la coexistencia y la prosperidad.

Cualquiera que sea nuestro estado de vida, la familia desempeña un papel importante en la sociedad.

Desafortunadamente no siempre valoramos la importancia de un compromiso (y el matrimonio y la familia evidentemente lo son). Si fracasa la familia, fracasa la sociedad.

El compromiso puede definirse como una obligación que se contrae, existen diferentes clases de compromisos: sociales, políticos, laborales, económicos , espirituales, familiares, etc.

Pero todos siguen siendo obligaciones contraídas precisamente para asegurar la estabilidad y eficiencia de una relación o circunstancia social, económica, laboral, política, moral, espiritual, etc. Un compromiso implica dos virtudes: perseverancia y responsabilidad. Sin un compromiso la relación cae en una situación de riesgo.

Las personas maduras son las que mayores posibilidades tienen de desarrollarlas. Responsabilidad implica ser capaz de responder por nuestros actos y perseverar consiste en tener la firme determinación de alcanzar metas. Estas dos virtudes requieren que la persona aproveche dos facultades superiores en todo ser humano: inteligencia y voluntad. La primera nos permite planear, analizar, descubrir, aprender y comprender la verdad de lo que nos rodea.

La segunda es el motor que permite alcanzar nuestras metas e ideales, posibilitando el crecer como personas y que nos perfecciona y da sentido a nuestra vida.

La voluntad y la inteligencia son dos importantes aliados en la conquista y permanencia del compromiso familiar y en la consolidación de una cultura de la responsabilidad y los valores familiares.

Albert Einstein afirmaba que la voluntad es una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica.

Compromiso de esposos

Quien no se decide a querer para siempre, es difícil que pueda amar por un día. Cabe preguntar a los esposos: ¿Cómo sienten que están como pareja respecto a la obligación contraída? (en una escala del 1 al 10), .¿Existe inteligencia y voluntad para asumir dicha obligación?, ¿Se cuenta con la perseverancia necesaria?, ¿Se analizaron las consecuencias de una ruptura?, ¿Qué causas ayudan y no ayudan para fortalecer o debilitar el compromiso familiar?

El amor no es un sentimiento, es una decisión, un compromiso, el mayor desafío para muchos matrimonios es tener la voluntad de dialogar y hacerse responsables de una relación humana valiosa y a la vez delicada y frágil.

Estar siempre abiertos a la verdad y poder descubrir la fuerza de su compromiso para evitar rupturas que, como sabemos son alentadas en nuestra sociedad como parte de la cultura competitiva, demandante y poco afecta al sacrificio, la paciencia y la generosidad.

En palabras del educador norteamericano, Stephen R. Covey, “nada destruye más rápido la confianza que hacer una promesa y no mantenerla, a la inversa, nada construye y fortalece más la confianza que cumplir la promesa que se ha hecho”.

 

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