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Te casas, compras casa, tienes hijos y así vivirás por siempre en tu ciudad natal cerca de toda tu familia y amigos. Esto es lo que a la mayoría de nosotros nos han enseñado, las reglas de lo “habitual” y el protocolo que hay que seguir.

A mis 23 años conocí al amor de mi vida,  en ese entonces un estudiante de medicina preparándose para llegar a ser un gran doctor, durante nuestro noviazgo de 4 años pude darme una pequeña idea de lo que nos iba a costar llevar una vida lo más “normal” posible debido a su exigente carrera y sus ganas insaciables de aprender y servir a los demás. Ahora me doy cuenta que solo era una idea un poco alejada de la realidad.

Decidimos casarnos y ha sido la mejor decisión de mi vida, pero toda decisión tiene sus retos,  y lo incierto ha sido uno de mis mayores retos.

 Me considero una persona sumamente organizada, planeo la vida con meses, incluso años de anticipación y mi matrimonio me vino a enseñar que lo incierto tiene su magia.

Nos casamos y de inmediato nos mudamos a CDMX a que mi esposo iniciara su especialización, estuvimos 5 años viviendo ahí y esta etapa fue como entrar a la dimensión desconocida. Robos, inundaciones, escasez económica, mucho trabajo, soledad, sismos (e incluso estar a punto de morir en el sismo).

Ver el lado positivo de las cosas no era mi fuerte en ese tiempo, fue una etapa realmente dura que me dolía cada día más, y a la cual la maternidad vino a agregar un toque de miedo.

Éramos solo mi esposo y yo contra el mundo, nace nuestro primer hijo, obviamente la mayor bendición, pero experimentas un terror inexplicable en cuánto lo tomas en brazos y te das cuenta de que ese bebé tan pequeñito está totalmente a tu cargo. Emocionalmente yo estaba destrozada, pero lo que me sorprendía es que mi lazo con mi esposo era cada vez más fuerte y más firme, yo no podía entender como el mundo se desmoronaba a nuestro alrededor y nosotros nos teníamos el uno al otro. Y es ahí donde empecé a ver la magia de lo incierto.

“Tal vez si mi esposo no fuera doctor”, “tal vez si viviéramos en Monterrey”, tal vez si esto… tal vez, tal vez, muchos tal vez que no son. Mi realidad era otra y en cuánto entendí que íbamos a disfrutar una hermosa vida de nómadas, fue cuando comprendí que también tiene su lado bonito, ¡MUY bonito!

La oportunidad de formar lazos tan fuertes con esposo e hijos es algo que nos ha regalado la vida viajera, hemos podido gozar demasiado tiempo en familia, conocer otras culturas, explorar, formar un verdadero equipo en el cuál de corazón nos apoyamos en las buenas y en las malas.

Te quiero compartir 8 TIPS que me han ayudado en estos años de vida incierta:

  1. Planea sin fecha – Si estás en una situación similar a la mía en donde no se sabe cuál es el siguiente paso en la familia y te gusta planear, ¡planea! A lo largo de los años me ha ayudado a ponerme metas y ser flexible en fechas y horarios.
  2. Mantente en contacto con las personas que extrañas– Gracias a la tecnología se cuenta con demasiadas herramientas para mantenernos presentes en la distancia con las personas que queremos. Háblales y mantente al tanto de sus vidas.
  3. Mente ocupada– Ya sea en casa, en trabajo, en la escuela, en el parque… No hay como estar ocupada en vivir la vida, y no solo pensando en que es lo que sigue.
  4. Aprecia el ahora – Hoy estas vivo(a), estas donde tienes que estar, disfrútalo.
  5. Aprende a pedir ayuda– 6 años viviendo lejos de mi ciudad, me han enseñado que no tiene nada de malo decir “¡Ya no puedo más, me estoy volviendo loca!”. Una buena terapia psicológica, una clase de yoga, ir a misa o lo que sea que a ti te ayude ¡Hazlo!
  6. No te compares– No veas a otras familias y desees tener lo que ellos tienen, tu familia y tu situación es única y agradécelo.
  7. Pide ayuda a personas en situaciones similares– De las cosas que más agradezco es tener familia y amigas en condiciones semejantes a la nuestras. Dudas e inquietudes rebotadas con esas personas, han sido clave para no sentirme perdida en situaciones totalmente desconocidas.
  8. Las cosas materiales son solo eso– El día que el sismo de CDMX me sacó de mi hogar lleno de mis cosas y recuerdos y jamás volví a verlas, me di cuenta que las cosas materiales a veces son necesarias, pero perdieron todo el valor para mí. Me he mudado 4 veces, he dejado ir tantas cosas. Son solo cosas, van y vienen. Cosas que se usan mientras se ocupan, después se donan, venden o regalan. Así de fácil y sencillo.

Aunque vivas en la misma ciudad toda tu vida, tengas lo que tengas, vivas cerca de toda tu familia, la vida es totalmente incierta. Disfruta de los regalos que la vida te ha dado, esos regalos que añoraste muchos años, y sigue trabajando duro para lograr tus siguientes metas, la vida se trata de eso, meta tras meta, pero disfruta el camino. Sueña, vive, ríe y sobretodo agradece el gran regalo que es vivir.

Karen González de Decanini

 

 

 

 

 

 

 

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