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Tomar la decisión de llevar a tu hijo con un profesional de la salud mental no es fácil, requiere del apoyo y la unión familiar, pues cuando algo le sucede a un integrante de la familia, todos son indispensables para salir adelante.

Además, existen muchos tabúes y estigmas sobre la psicología y responsabilidad de cada uno eliminarlos. 

Como padres de familia es importante que se tome conciencia de la propia salud mental y la de los hijos, pues eso hará la diferencia a la hora de “romper el silencio” con ellos, es decir, cuando llegue el momento de decirles que será necesario acudir a terapia. 

Como dice en entrevista para Núcleo Familiar Frida Gómez, maestra en psicología orientada en soluciones de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), acudir al psicólogo “no es un apoyo sólo para el hijo, es un apoyo familiar”. 

Gómez dice que es sumamente importante decirle a los hijos que existe “una persona que tiene los conocimientos para apoyarlos a enfrentar la situación, hablando en plural (…) Hablarlo en esa tercera persona permite que el hijo lo normalice”. 

En lo anterior coincide Mónica Moreno, paidopsiquiatra de la UANL: “debemos de utilizar el ‘nos’” para dar a entender que “nos incluimos como familia”, sobre todo porque se puede llegar a cometer el error de hacer sentir culpable al menor si no cuidamos la forma en la que le explicamos o abordamos la situación. 

“Aún cuando (el problema) se haya presentado fuera de casa, todos tenemos un problema y todos debemos buscar una solución. Esto ayuda a que el niño no se sienta etiquetado o como el foco del problema (…) Es muy importante que el niño se sienta parte de la familia todo el tiempo y que sienta que por lo menos los padres están comprometidos con el tratamiento”, dice Moreno.

Gómez utiliza un ejemplo que bien puede ser de ayuda para padres de familia y ése incluye la “metáfora del dentista”, en la que se explica a los pequeños que es necesario acudir a una terapia.

“Cuando tenemos una caries, nos duele y molesta. Podemos intentar ignorarla, pero eso no quita que siga existiendo. Y si nuestros padres nos intentan quitar el diente puede que nos terminen lastimado”, comparte la psicóloga. “Es necesario acudir con alguien a que te quite la caries y te devuelva la sonrisa. Así el psicólogo, hay problemas que se vuelven en caries y nos quitan la sonrisa y eso ocurre dentro de nuestra mente. Ir al psicólogo te ayuda a sanar y sacar esos malestares”. 

Y es tan necesario como hacer hincapié en que a diferencia de los padres, un terapeuta preparado, con la experiencia y las credenciales para ejercer su profesión, carece de vínculos emocionales que sesguen su visión. Un profesional de la salud mental es, finalmente, fuente de información objetiva.

“Las estrategias con las que cuenta el terapeuta vienen de años de preparación y enfoque en una temática en lo particular”, aclara Gómez. “Por lo tanto, un terapeuta que no tenga hijos no es sinónimo de incompetencia, sino un agente con visión ajena al del sistema familiar y por lo tanto con distancia emocional para poder proponer las estrategias eficaces”. 

Para Moreno, es imprescindible hacer frente a la situación y hablarla “de manera muy abierta, clara, sencilla, y no etiquetar ni culpar (al niño). Pero para ello, como padres debemos tener la misma autoridad” que llegaríamos a utilizar “si yo veo que tienes un dolor abdominal intenso y no quieres ir al médico. Yo como quiera tengo que llevarte”, indica.

Es darle a entender al niño o adolescente que necesita ayuda y se conseguirá juntos como familia.

¿Es tiempo de ir a terapia?

Las especialistas Frida Gómez y Mónica Moreno comparten algunas de las señales que advierten que hay necesidad de acudir a la valoración con un profesional de la salud mental:

 

  • Cuando los recursos de los padres no son suficientes para afrontar la situación.
  • Cuando no existe el conocimiento para abordar un tema (Gómez pone el ejemplo del autismo).
  • Cuando los padres no se encuentran en una posición de estabilidad emocional para orientar a los hijos.
  • Cuando los niños presentan conductas que sean repetitivas y que deterioran su funcionamiento, ya sea en casa, en la escuela y/o en el ámbito social.
  • El bajo rendimiento escolar, sobre todo cuando el niño había tenido un rendimiento aceptable o al cual los padres estén acostumbrados, comparte Moreno.
  • Comportamientos que anteriormente no se presentaban, como aislarse (prefiere comer solo o no quiere convivir con amigos o con los padres, por ejemplo). 
  • Negación repentina de ir a la escuela. De pronto, ya no se quiere bajar del carro o comienza a llorar al llegar a la escuela. “Hay que ver en la escuela qué está pasando”, advierte Moreno. “Nadie cambia la conducta nada más porque sí. Debe haber una razón”. 
  • Alto grado de irritabilidad o enojo con frecuencia.
  • Insomnio o problemas para dormir sin explicación alguna.
  • Problemas de conducta recurrentes (y que la escuela llame a los padres por ello).

 

 

Un proceso a seguir

Después de decidir acudir con un especialista de la salud mental, las especialistas sugieren que se tome en cuenta lo siguiente:

  • Que el profesional sea especialista en el tema que requiere el problema. 
  • Recomendaciones por directivos de escuelas, ya que suelen tratar con diversos psicólogos para los casos escolares.
  • Que el especialista sea aquel con el que tu hijo desarrolle una relación empática. “Por ello, después de las primeras dos sesiones se podrá decidir si seguir o no en ese servicio psicológico”, comenta la psicóloga Frida Gómez. 
  • De hecho, la paidopsiquiatra Mónica Moreno precisa que desde las primeras consultas debemos tener muy claro qué es lo que sucede y hacia dónde vamos. “A veces no es fácil hacer un diagnóstico duro en la primera consulta. Y puede llevarse más tiempo porque se van a hacer estudios. Pero sí por lo menos podemos tener una idea muy clara (…) y plantear un objetivo de tratamiento desde la primera consulta”.  
  • Estar seguros de la certificación o la titulación del profesional con el que vamos a trabajar. “El tratamiento con menores debe incluir a los papás”, indica Moreno. “Es muy importante que siempre estén enterados de cómo se realizará el diagnóstico, entiendan cuál es el diagnóstico y el tratamiento a recibir”. También deben de recibir retroalimentación constante sobre el mismo.

 

Fuera los estigmas

Los padres no pueden hacer un diagnóstico con solo observar a los hijos, pero sí pueden detectar comportamientos, anomalías y cambios que indican y alertan que es tiempo de acudir con un especialista de la salud mental, tal como cuando se hace una cita con un pediatra o cualquier experto de la salud.

Las razones principales por las que un pequeño acude con un psicólogo son problemas emocionales y por lo general muestran tristeza, ansiedad, son víctimas de bullying –o lo cometen– y en ocasiones no controlan esfínteres.

Otros focos rojos son cambios drásticos de humor, conductas disruptivas, rabietas y reacciones impulsivas.

Focos rojos

La salud mental es un problema de preocupación a nivel global y social. Para hacerse una idea de la dimensión de esta situación, la Organización Mundial de la Salud calcula que en el mundo hay más de 350 millones de personas con alguna enfermedad mental.

Y cuando se trata de niños, lo más importante es aceptar la problemática con el fin de que reciba la atención adecuada y que las consecuencias no sean fatales.

Falta de autoestima, depresión y eventos post traumáticos también dejan secuelas que afectan la salud mental de los pequeños.

Mantener la comunicación abierta con los hijos hará la diferencia, al igual que mostrarles apoyo incondicional y evitar que se retraiga cuando le aqueja un problema que afecte su bienestar físico, anímico y mental.

Recuerda que la familia es la primera escuela y tanto padres como maestros deben estar alerta al comportamiento anormal y las actitudes atípicas.

 

“Es muy importante que el niño se sienta parte de la familia todo el tiempo y que sienta que por lo menos los padres están comprometidos con el tratamiento”

 

Mónica Moreno

Paidopsiquiatra

 

 

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