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Alegría… algo que todos deseamos y queremos para nosotros y para los demás, que de pronto se nos escapa de las manos.

¿Por qué en algunos momentos pareciera como si esa alegría estuviera ensombrecida? ¡Intervienen tantas cosas!

Algunas personas piensan que esa alegría se desvanece debido al carácter de algunos miembros de la familia, otros consideran que se debe al cambio de planes o a los problemas que se presentan, mientras que otros tantos creen que se debe a las prisas que experimentamos en determinados momentos.

Es verdad que hay un sinnúmero de situaciones que influyen y afectan en nuestras vidas pero, ¿cómo podemos lograr vivir una vida familiar feliz aunque no falten las dificultades y los problemas?

La alegría momentánea se puede lograr si nos proponemos sonreír y si tratamos de hacer a un lado todo lo que nos preocupa. 

Sin embargo la alegría a largo plazo, aquella que permanece a pesar de las dificultades de la vida, no se logra de la misma manera. Ésta no se consigue buscándola por sí misma, sino que llega como consecuencia de la paz y de la armonía que se vive en el hogar. Paz y armonía que son el reflejo de vivir en un ambiente de aceptación, comprensión y valoración de cada miembro de la familia. 

¿Qué podemos hacer como padres de familia para impregnar nuestra familia de esa alegría que permanece? Se puede iniciar desde el momento en que nos levantamos por la mañana.

Quizás nos levantamos de prisa y deseamos que nuestros hijos lleguen temprano a la escuela y por eso les decimos algunas frases como las siguientes: “Apúrate, vas a llegar tarde…”, “No te tardes tanto desayunando…”, “¿Qué no ves la hora?”, “Te hubieras levantado más temprano”, olvidándonos de decirles palabras de aliento y de cariño. 

Es importante darnos cuenta de que nuestro día y el de nuestros hijos será diferente si lo comenzamos con serenidad, con alegría y con palabras que eleven el espíritu. Los hijos se irán contentos, estarán tranquilos y desearán regresar a casa para volver a percibir esa alegría y sentir de nuevo el abrazo cariñoso de sus padres, al recibirlos.

Recibir y tratar a un hijo con agrado y amabilidad va más allá de una actitud que me propongo porque quiero ser virtuoso. La verdadera actitud de acogida, me saldrá natural al reconocer el valor de mi hijo como persona, su gran dignidad, darme cuenta de sus cualidades y hacérselas saber. 

La alegría en la familia será entonces consecuencia de aceptar, consolar, animar, acompañar y convivir. Algunas preguntas que nos podemos hacer para reflexionar sobre el modo en el que estamos introduciendo ese ambiente de alegría en nuestra familia, pueden ser las siguientes: 

¿Hacemos sentir valiosos a nuestros hijos?

¿Los valoramos por lo que son y no solo por lo que hacen?

¿Les mostramos que nos agrada su compañía y su presencia?

¿Cuál es nuestra actitud hacia ellos?

¿Cómo nos comunicamos?

La alegría que experimenta cada persona tiene mucho que ver con cómo se siente en su familia. Cuando uno se siente parte integrante y es valorado, aceptado y querido, y sabe que sus errores no serán causa de alejamiento o rechazo de las personas de su familia, sino oportunidad para el diálogo, la comprensión, el apoyo y la  ayuda, entonces descubrirá su propio valor como persona y el de su familia y por tanto brotará esa alegría profunda de estar con los suyos y pertenecer a su familia.

Lorena Yakovlev es Consultora Familiar, Grief Recovery Specialist y Coach en el manejo de las emociones. La puedes encontrar en conexionesemocionales.com y escribir a loryak@gmail.com

 

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