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El saber gestionar las emociones durante la infancia tiene repercusiones en la vida adulta. El papel y dirección de los padres es clave para ello.

En la actualidad, el tema de las emociones y la gestión de las mismas está en el punto de mira.

Poco a poco, nos vamos dando cuenta de la importancia de crear “zonas seguras” y en donde se pueda hablar con total confianza sobre cómo nos han hecho sentir y cómo gestionar reacciones negativas antes de que se conviertan en sentimientos que pueda repercutir a la larga en nuestro entorno.

Primero, veamos la diferencia entre sentimiento y emoción: ambos son caras de la misma moneda y están interconectados, pero son cosas muy diferentes.

Las emociones y los sentimientos son rasgos que compartimos como humanos. Según un artículo de la publicación Psychology Today, “las emociones son experiencias multifacéticas” de “experiencias subjetivas internas, expresiones faciales y reacciones fisiológicas”. Desentrañar los sentimientos y las emociones que tienen las personas, y saber por qué los tienen, es una función importante la cual está en constantemente siendo investigada y analizada.

Muchas personas utilizan los términos “sentimiento” y “emoción” como sinónimos, pero no son intercambiables. Aunque tienen elementos similares, hay una diferencia marcada entre ambos.

Tanto las experiencias emocionales como las sensaciones físicas –como el hambre o el dolor– provocan sentimientos. Los sentimientos son una experiencia consciente, aunque no toda experiencia consciente, como ver o creer, es un sentimiento.

De acuerdo a la publicación mencionada, una emoción “solo puede sentirse… a través de las experiencias emocionales a las que da lugar, aunque pueda descubrirse a través de sus pensamientos, creencias, deseos y acciones asociadas”. Las emociones no son conscientes, sino que se manifiestan en la mente inconsciente. Una diferencia fundamental entre los sentimientos y las emociones es que los sentimientos se experimentan de forma consciente, mientras que las emociones se manifiestan de forma consciente o subconsciente. Algunas personas pueden pasar años, o incluso toda la vida, sin comprender la profundidad de sus emociones.

La gestión de las emociones consiste en encontrar la fuerza interior para dominar nuestros sentimientos de la mejor manera posible. Controlar las emociones en un intento de tener las cosas bajo control es el resultado de un impulso humano curativo. Regulando nuestro propio comportamiento es como superamos las dificultades para volver a la vida normal después de una pérdida; nos calmamos después de la ira; o nos tranquilizamos después de una gran decepción. Cuando los padres responden al dolor, al miedo, a la ira, a la tristeza y a la pena, es una oportunidad para mostrar a los hijos cómo comportarse cuando las cosas se ponen difíciles y empezar a enseñar distintas maneras de gestionar situaciones difíciles.

La capacidad de regular emociones fuertes depende en gran medida de la edad de los niños y de su desarrollo cognitivo. Las emociones mal gestionadas pueden hacer la vida un poco más difícil para los peques. Aunque esto se aprende de forma natural con el tiempo, hay formas de ayudar a tu hijo a cultivar la conciencia emocional y a adoptar habilidades de afrontamiento saludables.

Es importante ayudar a que tu hijo reconozca y defina cómo se siente. Empieza a enseñarles sobre las emociones para que aprendan que las cosas que pueden parecer intensas o abrumadoras en realidad tienen un nombre.

Puedes decirle frases como: “Ahora mismo pareces estar un poco triste” o “Me doy cuenta de que estás enfadado”. Ponle nombre a sus emociones diciendo: “Puedes estar triste porque hoy no podremos ir a visitar a la abuela” o “Me sorprende que esos niños hayan sido tan malos hoy”.

También puedes entablar conversaciones sobre los sentimientos de los personajes de los libros, películas o de los programas de televisión. De vez en cuando, puedes hacer preguntas como: “¿Cómo crees que se siente este personaje?”. o “¿Cómo te sentirías tú al verte en una situación así?”. 

Con la práctica, la capacidad de tu hijo para etiquetar sus emociones mejorará.

La conciencia emocional puede ayudar a los niños a ser mentalmente fuertes, incluso cuando sientan las emociones profundamente.

Es normal que a veces nos cueste saber cómo responder a niños que son demasiado emocionales. También es normal sentirse confundido o abrumado por no saber cómo gestionarlo de la mejor manera. 

Aunque usted no entienda porqué su hijo se siente así, puede ayudarle a reconocer que entiende que está pasando por algunas emociones fuertes  y que eso está bien.

Los niños necesitan aprender a reconocer, comprender y afrontar lo que están experimentando, y sentirse «vistos» y aceptados. Llorar, enfadarse y frustrarse no son cosas malas, ni tampoco signos de debilidad. Asegúrese de que su hijo sabe que usted le acepta tal y como es. Con todas sus emociones y sentimientos tal y como las vive.

Aprender a gestionar las emociones requiere una conciencia y unas habilidades que los niños pequeños aún están desarrollando. Aun así, para algunos ser excesivamente emotivos es una característica innata.

Un poco de apoyo, dirección y paciencia por parte de los padres puede ser todo lo que los peques necesitan para aprender a manejar sus emociones de forma adecuada. El proceso puede ser agobiante, pero el trabajo a la larga puede beneficiar a su hijo durante toda la vida.

 

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