¿Qué hacer ante los berrinches de los niños? Una rabieta infantil es un tipo de reacción frenética, es como un fuerte ataque de ira que incluye protestas, lloros e incluso tirarse al suelo. En estos casos lo importante es darle contención a tu hijo. Cuando empiece a hacer un berrinche, te pones a su altura, te rebajas, lo tomas con cariño por sus hombros, le miras directamente a los ojos y le dices: “Hijo, ahora no se puede”, lo ves a los ojos y agregas “No, mi amor, así no”. Por muy tremendo que sea el berrinche del pequeño, el adulto debe respirar y tranquilizar sus emociones para mostrarse sereno.
Te tienes que quedar mirándolo a los ojos, porque tu hijo está tratando de establecer con todas sus fuerzas quién es el líder. Tú tienes que quedarte mirándolo de forma serena, firme y conectada. Va a llegar un momento en donde él deja de hacer fuerza, se te queda viendo, y retira la mirada. Está reconociendo tu liderazgo, está perdiendo la pelea. Y por su bien es mejor que la pierda. Es una pelea que necesita perder y aceptar tu liderazgo. Su frustración, en lugar de descargarla contra sí mismo o contra ti, busca contenerlo. Tu hijo está molesto. No te enojes mientras dura el berrinche, no participes en el berrinche porque pierdes autoridad y prestigio. No cedas ante algún gusto innecesario. El niño debe aprender que hay cosas que sí puede hacer y otras que no debe hacer.
Le dices: “Lo siento mucho, no vamos a poder hacer eso que quieres ahora”, y lo dejas que llore. No les grites, desvía su atención, añade lo siguiente: “Hijo, ¿qué te parece si hacemos esto otro. Ese no lo canalizas a un sí, le das un cauce a su energía”, “Mira, podemos hacer esto o lo otro, ¿qué quieres hacer tú?”.
No pretendas cortar el proceso del berrinche, necesita pasar por esa carga, descarga y a lo que sigue. Tu rol como mamá no es que él acepte el “no”, es encontrar el cómo sí, el cuándo sí, el con qué sí.
Hay que mantener la misma actitud con o sin berrinche. No nos podemos dejar manipular. Ellos aprenden rápido con quién sí y con quien no pueden hacer el berrinche. Papá y mamá deben estar en el mismo canal. Dale a tus hijos la mejor calidad de tu tiempo.
Al ser humano no le bastan relaciones simplemente funcionales. Necesita relaciones interpersonales, llenas de interioridad, gratuidad y espíritu de oblación. Entre estas, es fundamental la que se realiza en la familia: no sólo en las relaciones entre los esposos, sino también entre ellos y sus hijos.
En la familia los padres enseñan y educan con su propia vida y con su personalidad, con su amor. Los padres transmiten virtudes, las «contagian», atraen a los hijos hacia ellas, hacen que las admiren en ellos mismos. Si los padres poseyeran las virtudes en bajo grado, si su perfección humana fuera pobre, los hijos serían atraídos por la influencia de otros ambientes lejanos a la familia, lejanos al amor.
Un día un padre le preguntó a su hijo que a quién quería más, y el hijo le respondió que a Juan. A lo que el padre le dijo: ¿Quién es Juan? Y él le contestó que el jardinero, que era el que le escuchaba al volver del colegio, porque su madre y su padre no estaban.
Lo que más enseña a los hijos a amar a los demás, es ver el amor que se tienen entre sí padre y madre, demostrado en mil pequeños detalles de finura. Si ese punto no se cuida hasta la excelencia, no es de extrañar que alguno o muchos aspectos de la formación de los hijos no vayan bien.
Educar a los hijos es un verdadero arte. Tiene que conjugar demostrar afecto, con exigir obediencia y que cumplan con sus responsabilidades de hijos, de hermanos y de buenos alumnos. Para que haya afecto tiene que haber trato en la vida diaria comentando las distintas cosas que les han ocurrido en el colegio, en la calle y con los amigos.
Ello requiere que padre y madre tengan tiempo para esta normal relación y así les puedan dar consejos o hacer una broma sobre aquello que les han contado.
Hablar y disfrutar juntos de una vida en familia en la que los hijos se sienten queridos por sus padres y estos por sus hijos, compartiendo ratos de comida y de tertulia es especialmente importante. Para conseguirlo tiene que haber tiempo suficiente. Hay ladrones de este tiempo de agradable convivencia como son el exceso de trabajo de los padres, la televisión, internet y los videojuegos.