No hay algo más maravilloso que tener un hijo, ese ser al que se le brinda la vida y que se convierte en lo más grandioso que puede existir.
El vínculo entre padres e hijos va mucho más allá que meramente biología, es también una relación que se forja desde que el ser humano es concebido y madura conforme el niño crece y se desarrolla.
La salud mental y la madurez de los pequeños depende intrínsecamente de la relación con su padre y su madre
La psiquiatra infantil y perinatal Ibone Olza considera que desde que nace el bebé se genera un vínculo con la madre y –eventualmente– con el padre, por lo que es sumamente importante que se genere esa conexión y contacto físico y emocional, pues se libera adrenalina, así como oxitocina, conocida como la hormona de la felicidad.
Por ello, aprender a amarse y a amar al prójimo mucho depende de cómo se demuestre el amor en casa, entre los cónyuges y entre progenitores y sus hijos.
Especialistas de la Universidad de Granada aconsejan que los papás se tomen el tiempo para ver a los hijos a los ojos, hablar con ellos constantementes y regalarles muestras de cariño a nivel físico.
Y aunque parte de la sociedad se ha encargado de materializar y de volver dominante el amor de una madre, la figura paterna es imprescindible. La crianza debe ser compartida entre ambos y de igual manera la responsabilidad que ésta representa.
Criar en el amor es la escuela que todo hijo necesita para tener valores, crear lazos, aumentar su autoestima y seguridad, lo que les dará las herramientas que requiere para enfrentar obstáculos como el rechazo.
Claro, el desarrollo emocional no significa que no habrá disciplina y formación de hábitos en el hogar. El buen balance y la inteligencia emocional son los aliados perfectos para papá y mamá sean cómplices a la hora de educar y querer a los hijos.
Formas de amor
Manifestarle el amor a los hijos es casi automático y es muy valioso para el sano desarrollo físico, mental, emocional e integral del niño. Expertos recomiendan demostrarlo con pequeñas acciones diarias:
- Besarlos y abrazarlos: acostumbrarse a saludarse afectuosamente y despedirse con dulzura marcará la diferencia y les servirá para ser empáticos.
- Hablarles con cariño: aumentará la confianza que tienen hacia sus padres y les brindará seguridad.
- Disciplinar, no agredir: tienen que entender la diferencia entre un correctivo y una muestra agresiva. Tener tacto es crucial para que los pequeños comprendan lo que está bien de lo que está mal.
- Dar el ejemplo: el niño está constantemente atento a lo que hacen sus padres, procura ser coherente en tus palabras y acciones y busca que la pareja sea un cómplice, trata al prójimo como te gustaría que tu hijo aprendiera a hacerlo.