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Hay quienes nacen aprehensivos y lo serán por el resto de su vida, pero sabiéndolo manejar, su vida será mucho menos estresante y más feliz. 

Por Mónica Bulnes P. 

¿Cómo saber si tu hijo sufre de más ansiedad que la mayoría de los niños de su edad? 

 

La manera más sencilla de determinarlo es por medio de la observación, así podrás darte cuenta si su ansiedad es un obstáculo para su vida. Toma como referencia los siguientes síntomas:

 

  • Sufre de desórdenes del sueño (pesadillas, insomnio o inquietud).
  • Sufre desórdenes alimenticios (come compulsivamente o pierde el apetito)
  • Su estado emocional es la razón por la que falta a clases.
  • Se le hace difícil hacer o conservar amigos.
  • Presenta conductas compulsivas (arrancarse el pelo, lavarse las manos constantemente).
  • Síntomas psicosomáticos (dolores de cabeza, de estómago, etc.).
  • Sufre de ataques de pánico (sudoración, palpitaciones, siente que no puede respirar, náusea, hormigueo en piernas y/o manos, etc.).

 

Los padres son quienes mejor pueden determinar si se requiere ayuda o no de un especialista, pero la acción formativa en casa será determinante para manejar a largo plazo su ansiedad de la mejor manera. 

 

Papás: ¡Manos a la obra!

 

  • Ayúdalo a conocerse. Para adquirir herramientas y generar estrategias útiles para tener un mejor control de sus fuerzas y debilidades. Es muy importante que tus conversaciones con tu hijo vayan dirigidas a que él pueda entenderse mejor. Una creativa “tormenta de ideas” entre padres e hijo ayudará con esta tarea.
  • No lo obligues a fortalecerse. Obligar a tu hijo a hacer cosas que le dan miedo puede intensificar su ansiedad e inseguridad. Dale tiempo y permítele hacer avances graduales. Cuando alcance una meta, por pequeña que sea, refuerza su conducta con tu reconocimiento.
  • Enséñale una “salida sana”. Muéstrale a tus hijos las formas saludables de sacar esta “energía negativa” del cuerpo, por ejemplo, haciendo ejercicio (moverse un rato con energía), dibujar (expresando lo que siente), bailar o escribir sobre sus sentimientos.
  • Usa el sentido del humor. Dicen que la risa es la mejor medicina. Cuéntale a tu hijo una historia chistosa cuando ibas a hacer algo que te provocaba nerviosismo. Una sesión de anécdotas divertidas podrá relajarlo.
  • Enséñale a respirar. Regularizar la forma en que respiramos puede relajar a tal manera que ayuda incluso para conciliar el sueño. Explícale y practiquen el “Método 4-7-8”: Exhala completamente por la boca, haciendo “shhhhhh”. Cierra la boca e inhala por la nariz mientras cuentas en silencio hasta cuatro. Contén la respiración mientras cuentas mentalmente hasta siete. Vuelve a exhalar haciendo “shhhhh” mientras cuentas hasta ocho.

 

 

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