fbpx

Este fue mi primer embarazo, era gemelar (por herencia familiar), por lo que verdaderamente intenté prepararme con cursos, una buena alimentación para 3, me hacía estudios de sangre al menos 1 vez al mes para monitorearme y sin aviso previo para la semana 27 mi cuerpo presentaba una preclamsia con datos de severidad que estaba dañando mi salud y la de mis hijas. Mi principal preocupación a ese momento era asegurar que mis hijas estuvieran a salvo y eso sólo se lograría si nacían 2 días después. Desafortunadamente ni sus cuerpos ni el mío estaban preparados aún para vivir el parto, dentro de mí existía una incertidumbre tremenda por saber si sus órganos podrían completar su formación fuera de mí o si sus pulmones lograrían respirar, tanta era mi preocupación que fueron los días más callados de mi vida, no tenía nada de que hablar con nadie y a partir de ese momento comenzó mi aislamiento social. No Facebook, no WhatsApp, mucho menos visitas al hospital.

Quizás piensen que fui muy dramática, pero de verdad no tenía humor para hablar del tema y menos porque si me decían «Tranquila, todo va a estar bien» nada realmente me podía garantizar que 2 bebés de 28 semanas, con pesos de 690g y 910g, pudieran salir adelante; soy una persona con fe en Dios pero lo único que podía pedirle es que no me doliera tanto el golpe de lo que fuera a pasar.

El sábado 16 de junio me practican mi primer cirugía, siempre escuchas muchas cosas de lo que pasa en el quirófano pero realmente ser tú quien lo vive es otra cosa, se siente todo, desde las maniobras de los doctores hasta esa sensación de fragilidad intensa, porque en el momento en que la anestesia hace efecto ya no puedes moverte.
Afortunadamente y contra todo pronóstico escuché a mis bebés llorar durante la cirugía, y aunque no tuve la oportunidad de sentirlas en mi pecho como en un parto normal, tuve la oportunidad de verlas y al momento de hablarles, observar como me buscaban. Hasta aquí mi primer suspiro de que tal vez todo estaría bien. Acto seguido las llevaron en incubadoras al área de terapia intensiva para neonatos (alías UCIN). Como mi estado de salud era delicado, a mi también me enviaron a terapia intensiva justo después de la cirugía, por lo que tuve que vivir sola mi primer noche como madre. No puedo explicar el dolor físico que se siente cuando la anestesia pasa, pero no sé si sea peor que esa sensación de incertidumbre al no saber nada más de mis bebés.

Después de cualquier desembarazo el cuerpo de una mujer atraviesa por infinitos cambios, comenzando por un movimiento de hormonas, que te llevan a mil sensaciones, un cuerpo herido por la batalla que acaba de librar y que intenta reacomodarse, y lo que en mi caso se sintió peor, una sensación de vacío y soledad que mis hijas tenían tan cubierto, pero que ahora que no estaban (y que sabía que por un buen tiempo no podrían estar) me consumía.

Esa primer noche fue tan difícil, sólo pensaba en ellas, si estarían bien, si algo se complicó y nadie me decía nada, si yo sobreviviría a la fiebre o a esa sensación de desesperación, fueron horas donde me sentí como una loca alucinando que despertaría y que nada de esto era real. Y al mismo tiempo pensaba en cómo lograban sobrevivir tantas mujeres, que como yo, no tienen la oportunidad de tocar a sus bebés después de que los sacan, y aún así viven los días siguientes con ese cuerpo herido y un corazón confundido, porque definitivamente no importa la circunstancia que envuelva al desembarazo, que tus hormonas se van a disparar es un hecho, algo normal y esperado, dado a que tu cuerpo se intentó preparar para albergar una vida.

Sólo quien ha tenido un hijo en la unidad de cuidados intensivos comprende el dolor de ver la vida de un indefenso en peligro todos los días, aunque hay días buenos, el pronóstico siempre es «reservado», es tan difícil tener que pedir permiso para ver o tocar a tus propias hijas y aún así ir cada día con una sonrisa a intentar mantener el ánimo arriba para esas personitas que te necesitan tanto y que paradójicamente pueden solas con su batalla.

Durante nuestro tiempo en UCIN nos tocó experimentar una comunidad de apoyo increíble, que aunque cada familia libra su propia batalla, saben que no están solas, que la persona que está a tu lado se arrodillará contigo a orar cuando las cosas se ponen difíciles, o te podrá escuchar y en ocasiones orientar con lo que ha vivido con su guerrero. Esto tocó mi corazón tanto que a partir de ahí decidimos iniciar la comunidad en FB «Madres Prematuras» en donde tratamos de acercar información y expertos para ayudar a tener claridad en tiempo de UCIN y al mismo tiempo acompañar a familias que viven esta situación dentro de un grupo de apoyo con personas que hemos vivido de alguna forma lo mismo.

2 meses y una semana, varias transfusiones de sangre, infecciones y demás, pasaron para que mis hijas, mi esposo y yo pudiéramos volver a estar juntos en casa, y aunque definitivamente el trabajo no terminó ahí, somos muy felices de abrazar este llamado por generar conciencia y oración ante una realidad que se vive diariamente por tantas familias.
Te dejo nuestras redes sociales para que puedas encontrar información sobre el proyecto de Madres Prematuras y si conoces a alguien que esté atravesando este duro proceso no dudes en compartirlo, estamos aquí para apoyarles.

Cada bebé prematuro es un guerrero increíble, con una fuerza y un espíritu impresionante, ten fe mamá, no estás sola.

Lesslie Blanco

https://instagram.com/madresprematuras?igshid=1iih1rte669nm

https://m.facebook.com/MadresPrematuras/?tsid=0.696961102450822&source=result

Abrir chat
1
Hola,
¿en qué podemos ayudarte?