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Aunque los roles de hombres y mujeres ya no están marcados como antes, aún hay parámetros distintivos de cada uno. Te presentamos claves para entender y mejorar la corresponsabilidad familiar

Evidentemente, es entendible que la pregunta “¿trabajas o te dedicas al hogar?” está mal planteada, ya que el trabajo de casa ¡es trabajo! no remunerado y sin horario ni prestaciones, pero con un valor e importancia trascendental en la vida de toda persona. 

Llegar a casa y tener un plato de comida recién hecha, implicó la compra de ingredientes, el cuidado en la elaboración (que muchísimas veces supone bastante más tiempo que el que toma consumirla), además de la limpieza de todo lo necesario para disfrutarlo. Todo esto representa un trabajo que también tiene un costo, aunque pocas veces se calcule. Sin mencionar el cariño que conlleva que esa comida sea tu favorita o se haya hecho pensando en ti.

La lista puede seguir con toda la operación que es necesaria para que la casa “funcione”, es decir, el trabajo que representa mantenerla ordenada y limpia, así como encargarse de la ropa, del pago de recibos, de las compras, etc. Aunado, por supuesto, de las labores de cuidado y educación de los hijos.

Por cuestiones biológicas y psicológicas, tradicionalmente se atribuyó a la mujer el rol de cuidadora de los hijos y del hogar y al hombre el papel de proveedor, de quien salía de casa.

Sabemos que los tiempos han cambiado y ya son muchas las mujeres que se preparan e incorporan a un mundo laboral muy diversificado. El toque femenino, sin lugar a dudas, ha enriquecido industrias y ámbitos labores que eran predominantemente masculinos.

Sin embargo, la incorporación del varón a la gestión del hogar no se ha dado a la par. En algunos casos pareciera que la mujer debe ganarse el “derecho a trabajar fuera” con la condición de no descuidar su principal responsabilidad, que es el trabajo de casa. 

“Las brechas de género y el trabajo no remunerado en México son unas de las mayores que reporta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) 2015. En el hogar, las mexicanas dedican 4 horas más al día a labores no remuneradas de cuidado de otros y del hogar que los hombres”. Esto significa que las mujeres tienen la responsabilidad principal de los trabajos domésticos y de cuidados. 

Por otro lado, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) 2019, “sumando las horas de trabajo remunerado en el mercado más las horas de trabajo no remunerado del hogar, en promedio las mujeres trabajan semanalmente 6.2 horas más que los hombres”. Esto puede tener un costo emocional y afectar su salud y calidad de vida.

A su vez, hay matrimonios en los cuales el hombre “ayuda mucho en casa”, pero la responsable, quien lleva la carga mental de las tareas domésticas, sigue siendo ella. Es decir, la que planea, distribuye, ejecuta o supervisa todo lo referente a la buena marcha del hogar.

Es interesante la investigación realizada por Allison Daminger, en la cual resalta la necesidad de incluir el trabajo cognitivo dentro de la labor doméstica, pues comúnmente se consideran solo tareas físicas como cocinar, limpiar y comprar; dejando de lado las actividades no físicas relacionadas con la “gestión del hogar”, que comprenden anticipar necesidades, identificar opciones para satisfacerlas, tomar decisiones y estar pendiente del progreso. “Debido a que este trabajo es agotador, pero a menudo invisible tanto para los trabajadores cognitivos como para sus parejas, es una fuente frecuente de conflicto para las parejas”. Es por tanto importante ser conscientes para implementar acciones que rompan paradigmas y mejoren la calidad de vida de las mujeres, así como la relación de pareja.

Con los hijos es igual

En términos de paternidad y maternidad, se presenta una situación similar: la madre asume la mayoría de las labores de cuidado de los menores. Aunque los primeros meses la madre puede estar amamantando y, por ello, ser la responsable de la alimentación del bebé, el padre puede encargarse de cambiar los pañales o bañarlo. Jugar con él, asearlo, arrullarlo, así como programar las visitas al pediatra, debe ser una responsabilidad compartida que se adecúe a las características de cada familia. 

Lo importante es permitir la convivencia necesaria para que desde ese momento el padre establezca el vínculo afectivo con su hijo y se mantenga e incremente conforme crezca. Padre y madre tienen un toque diferente y necesario para el óptimo desarrollo del bebé, ni mejor ni peor, complementario. Aunque pareciera sarcasmo mencionarlo, la participación del padre no es tanto solo un asunto de justicia en favor de la madre y del hijo, sino que el padre es el primer beneficiado al experimentar satisfacción al atenderlo, además de fortalecer el mencionado vínculo afectivo, que se consigue justamente dedicando tiempo al cuidado del recién nacido. 

El National Center for Injury Prevention and Control (2021), menciona: cuando ambos padres comparten de manera equilibrada la responsabilidad en la crianza de los hijos y las labores domésticas, baja de forma importante la exposición de los hijos a experiencias adversas, como experimentar violencia, abuso o negligencia, o presenciar situaciones violentas. Esto significa que presentarán menor incidencia en problemas de salud física y mental en su edad adulta. Y es fácil de entender, ya que por una parte la mujer menos cansada tiene mayor tolerancia al estrés, pero principalmente, la solidaridad y colaboración contribuyen a crear un mejor clima familiar. 

Los padres son los primeros educadores de sus hijos: ambos educan. La formación de los hijos es un deber y derecho de los dos. Educan principalmente con su ejemplo, son la primera referencia de comportamiento que reciben sus hijos. Cuando ambos padres trabajan en equipo y se responsabilizan tanto de su cuidado como de las labores domésticas, respetando y reconociendo los estilos propios de cada uno, será mucho más sencillo involucrar paulatinamente también a los hijos, haciéndolos sentir colaboradores importantes del bienestar familiar y responsables de sus cosas; dejándolos sentir la satisfacción de ayudar y superarse. 

Una mamá se estará “saboteando” a sí misma, cuando critica sin reconocer el esfuerzo, o vuelve a hacer ella misma lo que el marido, y más adelante, sus hijos, ya habían hecho. Pensar que las cosas solo pueden estar “bien hechas” si las hace ella misma o se realizan conforme a sus instrucciones es un error frecuente. La cuestión es saber “escoger las batallas”, respetando y alentando los estilos propios. Será necesario reconocer y alentar las habilidades personales de cada miembro de la familia, sin encasillar en roles tradicionales de género. Lo que importa es alentar la generosidad, colaboración, empatía y el trabajo en equipo dentro de la familia. 

En conclusión, si llegan los dos cónyuges del trabajo (o concluyen la jornada laboral de trabajo remoto), y el hombre se sienta a ver televisión o jugar videojuegos, mientras la mujer realiza labores de limpieza… si el hombre se va a dormir mientras la mujer sigue terminando actividades de casa… si el hombre responsabiliza a la mujer si falta algo de despensa o bien, si no se realizó algún pago… Tal vez es momento de redefinir la forma de distribuir el trabajo de casa, desde la planeación hasta la ejecución y evaluar juntos periódicamente si se debe volver a modificar para adaptarse a nuevas realidades, o para aprovechar mejor las habilidades de cada uno. 

La corresponsabilidad familiar es tema a evaluar en todo matrimonio y familia, es decir, la distribución equilibrada de todas las tareas domésticas y demás responsabilidades familiares y, de ser necesario, iniciar los cambios para distribuir de manera más justa los tiempos de vida de hombres y mujeres. ¡Somos equipo!

 


Claudia Garza de López

Orientadora Familiar

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