Esposa, mamá y artista. La pintora mexicana comparte cómo logra balancear su faceta personal y profesional, de la mano de su familia y con un talento nato que hoy explora en cada bastidor y en su primera exposición en público: ‘The New Dream’
Cuando se unen la pasión, el esfuerzo y la disciplina, de forma natural y orgánica, llega la plenitud y la satisfacción, propia y de quienes se tienen alrededor.
Claudia Julián es un ejemplo de ello, una muestra de que cuando se inyecta el corazón y el ser humano se deja llevar por lo que intrínsecamente lo libera y lo hace ser la mejor versión de sí mismo, se potencia su esencia y ésta resplandece en todas las facetas y dimensiones.
En el caso de la regiomontana es la pintura, “siempre me ha gustado, pero creo que aquí juega un poquito la circunstancia, la casualidad, suerte, destino (…) siempre me había dado curiosidad y decía ‘qué padre saber pintar y qué padre saber cantar, la cantada todavía no lo he intentado (…) y llegué al taller del maestro y artista que admiro muchísimo, Enrique Saucedo; el arte siempre me ha gustado y durante la pandemia hubo un click, cuando estuve en clases no pintaba en mi casa, iba a mis clases, pintaba y me regresaba (…)”.
Sin embargo, no se trata de una mera clase, distracción o pasatiempo, “en el encierro era eso o me ponía a ver series, leo mucho, pero se me antojó ponerme a pintar y me acuerdo de un turning point muy importante: ver a una historiadora de arte en YouTube e hizo un análisis del arte protesta cuando estaba todo lo de George Floyd y Black Lives Matter y en su análisis hubo algo que me movió, fue el detonador y dije ‘esto quiero hacer y quiero decir’”, señala en entrevista para Aventura Familiar.
“Pintar para mi es gozo, liberación, yo ya no concibo un día sin pintar o que no pinte, ya es como bañarme, lavarme los dientes, es una necesidad, el pintar y el conectar conmigo; la pintura ya se volvió hasta un estilo de vida, el arte se vive y en la vida está el arte (…) consume hasta mis sueños, me duermo y en mi buró está una libreta y hay veces que me despierto, se me viene algo, lo apunto y me duermo (…) pintar no es nada más ‘agarro un pincel’. El día en que no puedo pintar (por cualquier razón) siento raro, como si faltara algo”, agrega.
“Es una cuestión de disciplina, no solamente es gozo y una pasión, no es un hobby, es un trabajo que gozo, con deadlines y compromisos (…) pinto cuando estoy inspirada y cuando no, también”, señala Julián.
Estar en el taller la hace sentirse “más Claudia”, intensifica y fortalece lo que la hace ser ella, basta con escucharla expresarse de ello para darse cuenta de que le corre esta pasión por las venas y en su mirada se denota lo mucho que lo disfruta.
Con mayor razón porque es tan solo una de las facetas que la conforman, pues tiene más de 10 años de casada con Sergio y juntos formaron una familia y así como se deleita al plasmar sus ideas y comunicar por medio de los trazos de color, lo hace al contar sobre su vida como mamá de dos pequeñas hijas.

Fotografía por Camila de Ezkauriatza
“La familia es lo más importante, es mi todo, la pintura hace que sea la mejor versión para ser mejor mamá, mujer, ejemplo (…)”, comparte con una sonrisa y convicción en cada palabra que enuncia.
Sus hijas son lo más preciado para ella, “es más, si una de ellas requiriera más atención de mi parte y tuviera que dejar la pintura, no lo pienso ni un segundo, no te digo que no me va a doler, pero no lo pensaría un solo segundo, ante todo, 100 por ciento ellas”, indica la artista plástica.
Y puntualiza que vivimos en un mundo en el que se necesitan mamás presentes, “no podemos educar sin estar y tienen que saber que estamos, siempre, ellas entran al estudio y yo en automático dejo el pincel y volteo, aunque sean 100 veces las interrupciones (…) para educar hijos tenemos que estar más presentes que nunca, el mundo necesita papás presentes”.
“El adulto soy yo, la que tiene que malabarear soy yo, y ellas no tienen por qué saber todo lo que hay tras bambalinas para yo ser una mamá disponible y presente, ellas no se dan cuenta que hay veces que me despierto a las 4 de la mañana (…) pero para ellas es suficiente el que vean que intento y que ahí estoy”, dice.
El balance, el equilibrio y la paciencia forman sus mayores retos, “me vuelvo pulpo, me tengo que dividir en mucho, son etapas (en la vida, la familia y la pintura)”, menciona, “encuentro mis espacios, por ejemplo, pinto de noche, ya que están dormidas, o cuando están en el colegio, hay veces que me despierto mucho más temprano que ellas, empiezo a pintar, luego las despierto, las ayudo a vestirse, les doy de desayunar, yo las llevo, yo las traigo del colegio o a sus clases, tengo espacios de tiempo de calidad con cada una y luego con las dos (….)”.
La clave son el balance y el equilibrio pues, para Claudia, “se puede ser mujer, trabajar, que goces ese trabajo y ser buena mamá, nuestros hijos no necesitan papás perfectos, necesitan papás que den la mejor versión de sí mismos todos los días, con todos nuestros defectos y cualidades”.
Y ser ese “pulpo” que se divide para tener tiempo de calidad propio y con su familia retribuye e influye, Julián es un ejemplo y una figura artística en ascenso, pero también una referencia para sus pequeñas: “mis hijas son mis fans número uno, son mis críticas número uno (…) las dos lo aman y son súper creativas, la más chiquita pinta hasta el papel de baño y no es un decir, es algo literal, pinta las cajas de galletas, todo recicla, todo reconstruye, hace instalaciones de arte, escultura, todo el santo día está manipulando material, pintando, no juega con una muñeca, o es plastilina o son plumones y la mayor está con la música (…)”.
Así, se da una fusión y sinergia entre el hogar y el taller, entre lo que es como mujer, creadora y mamá, “el 90 por ciento del tiempo pinto en mi casa, porque quiero estar cerca y ahí me tienen (…) el tiempo que estoy trabajando, imaginemos a una señora en su oficina y sus hijos en su casa o en una guardería, yo no, ellas me tienen ahí todo el tiempo y estoy al pendiente, entran y salen (del taller) cuando quieren”.
Las niñas son sus primeras espectadoras, el primer público y los primeros ojos que analizan su trabajo, “es bien padre ver cómo ellas han ido entrenando su ojo junto conmigo y hacen unas observaciones bastante puntuales y para su edad, adultos no se dan cuenta de ciertas cosas que ellas alcanzan a ver (…)”.
Como madre y artista las aconseja: “Yo le digo a mis hijas, lo que vas a hacer, hazlo con el corazón y hazlo bien”.
Fotografía por Camila de Ezkauriatza
Individuales y de la mano
Tras más de una década de matrimonio, Claudia y su marido Sergio se conocen, respetan y apoyan mutuamente, van siguiendo el camino que cada uno quiere andar, juntos y en equipo.
“En el caso de Sergio, dice que por qué no encontré esto antes, que siente que ésta soy yo, que volví a ser yo (y se potenció) lo que es Claudia, le da mucho gusto y dice que lo gozo y disfruto tanto y que tengo esta pasión y le entra al quite, somos equipo, los papás somos dos, y le entra al quite para recoger niñas (…)”, comparte acerca de cómo su pareja ve el cambio a raíz de que le dio rienda suelta a esta actividad.
La ve feliz y realizada, “me entiende, le da mucho gusto verme, yo creo que somos muy individuales, cada quien trae su tema, pero hay un apoyo, una admiración, un reconocimiento por lo que el otro hace, y hay una procuración de ‘eso lo hace feliz y lo que goza, dale y te apoyo’, y te escucho y viceversa”.
Lo imprescindible en la pareja es el respeto y la individualidad, “querer a la persona en todas sus facetas, con sus debilidades, acepto tus defectos, acepto tus cualidades y las aplaudo (…) cada quien en su individualidad hacemos equipo y nos alegramos el uno por el otro, si yo Claudia individual estoy bien, mi pareja va a querer estar conmigo, si él está bien, yo voy a querer estar contigo, no das lo que no tienes, es un win-win, porque vamos a tener la mejor versión de cada uno”, resalta Claudia.

Fotografía por Juan Rodrigo Llaguno
Directa, transparente y auténtica
“The New Dream” no es su primera trabajo, pero sí es su exposición debut, la cual consta de una obra que más allá de ser un “cuadro”, es una experiencia para los sentidos, que comienza con la vista y se intensifica con el resto, es una prueba viviente de que el arte es compartir y la manera en la que Claudia Julián lo hace es directa sin ser burda, franca y transparente sin ser ruda y auténticamente como solamente ella podría haberlo logrado.
“Siempre he sido muy directa en la forma de hablar y siempre he dicho lo que pienso, pero quieras o no hay filtros, por educación, convencionalismo social, por respeto y la gente no se asusta y se lo espera de mi (…) siento que estaba descubriendo la pintura y al mismo tiempo se detonó canalizar de otra forma todo lo que tengo adentro, tengo mucho que decir y qué padre que sea a través de la pintura”, dice la pintora y mamá de dos.
“Estudié comunicación, era más verbal, no tan visceral, pero a la hora de la pintura puedes llegar a comunicar y a tocar algunas fibras que no con palabras (…)” y en cada una de sus obras esto se “grita” y destaca.
Y está consciente de que este giro del destino conlleva un proceso, pese a que comenzó con una curiosidad que siempre tuvo, como un diamante en bruto esperando ser descubierto: “como pintora estoy en la etapa naive y eventualmente maduraré (…) esta soy yo y tienes que respetar tus tiempos en el proceso de desarrollo y de comunicarte a la hora de pintar y yo creo que por algo llegó la pintura a mis 35, llegó a mi en el momento que me tenía que llegar (…) hay que ser bien sinceros y transparentes en la pintura como en la vida, la forma en que resuelves en la pintura es como lo haces en la vida, tiene que haber estructura y disciplina, como en la vida afuera, es un espejo, todo se refleja”.
“Soy sumamente transparente, un libro abierto, pero me he vuelto muy reservada y protectora de mi intimidad (…) y a la hora de que haya más introspección, lo proteges más, algo que quieres cuidar (…) pero soy muy abierta a la crítica, me encanta que me critiquen, me fascina y me emociona (…) porque estoy en un proceso de aprendizaje y de desarrollo, me gusta saber cómo me percibe la gente a través de la pintura”, confiesa y señala que inclusive se ha vuelto “más ella” en sus relaciones personales, “me volví a encontrar (…) siempre he sido muy intensa y pasional en lo que hago, le meto corazón (…) volvió mi esencia (con la pintura)”.
Al mismo tiempo, disfruta mucho la soledad, pues considera que ahí también encuentras compañía y felicidad, “pero también sufrimiento, mi confort zone es conmigo misma, en mi casa, con mis hijas 100 por ciento, en la pintura, donde no hay filtros”.
“La pandemia fue un momento para cuestionarse, el silencio y la soledad no son malos, son necesarios (…) cuestionarse y tener un propósito, ver que hay otras maneras de vivir y cambiar la rutina y tus aspiraciones y eso no rompe con tener una familia, con ser esposa, ser amiga”, subraya.
Pintar, gozar, compartir
“Estoy cubriendo una curiosidad de saber hacer algo, saber pintar (…) yo sí creo que hay una predisposición que te facilita el oficio de pintar, combinado con lo que me esfuerzo y junto con la disciplina y predisposición genética, porque es en gerundio, se aprende haciendo”, dice y agrega que aunque le cuesta ser paciente, está a la expectativa de lo que llegará en este proceso y desarrollo artístico en el que también debe tomar decisiones complicadas en este laberinto de creatividad y regocijo.
Cuenta que estuvo en una “crisis”, debido a que “estaba disfrutando tanto pintar y con una obra a comisión dije ‘no lo quiero cobrar’, porque siento que mancha mi experiencia de gozo y disfrute, y que me pagaran por algo que estoy eufórica haciéndolo’ y ha sido un conflicto y jamás tuve la intención de vender un cuadro que pinté en la pandemia en el encierro, subí una foto me lo empezaron a pedir y todo se ha ido dando de manera muy natural, yo no tenía una aspiración ni comercial, ni de exposición (…) y eso es algo que voy a proteger siempre, el día que deje de pintar algo porque no creo que se venda, ya valí (…) hay una línea delgada y mi serie la pienso vender, pero no pinto para vender o por complacer, pinto porque es una forma de compartir algo que disfruto (…) quiero decir y generar en el espectador ciertas cosas”.
“(…) a final de cuentas alguien va a querer comprar la pintura, pero voy más allá de nada más vender, si fuera por eso, pinto unicornios (…)”, agrega Claudia.
“Pinto realismo y no me podría encasillar en esto nunca y llevo poquito pintando, ni siquiera tengo un estilo definido (…) soy muy crítica conmigo y si fuera mi espectador y en las obras que son 100 por ciento mías (no a comisión) ahí estoy”, se sincera y puntualiza que en la vida, lo que te hace feliz y lo que es bueno, se comparte, “creo que todos estamos aquí en esta vida para aportar en lo que se considera que somos buenos y que vale la pena compartir (…) y vivimos en sociedad, tenemos un lugar en esta sociedad y cada quien aporta desde su área, antes estuve en temas de educación y ahora me gustaría aportar desde mi trinchera por medio del arte”.
Ser intuitivos, curiosos y liberarse
A la sociedad le quiere dar un mensaje dentro y fuera de su taller, a través de sus obras y al aconsejar que hay que dejarse llevar, “seguir la intuición y disfrutar y seguir la curiosidad, no quedarte con ‘¿qué hubiera sido?’ (…) ojalá todo mundo encuentre algo que le apasione y goce como yo gozo pintar todos los días, aunque sea cinco minutos, sea lo que sea (…) nunca es tarde”.
En ocasiones, la sociedad se complica la vida al caer en monotonía, al ponerle atención a la banal y a elementos que mucho se alejan de la plenitud y la felicidad, “el chiste aquí es disfrutar (…) sí hace toda una diferencia vivir tu vida de acuerdo a la inercia, por rutina y porque ‘tengo que hacer’ y no ‘quiero hacer’, el gozo de hacer, así sean cinco minutos, puede ser cocinar, la jardinería, puede ser jugar con tus hijos, pero es esencial que sea algo que te llene y apasiona”, dice.
Darse espacios de silencio y soledad ayuda a saber quiénes somos, el mundo va demasiado rápido, “no deberíamos de vivir en automático”, como señala Julián.
Y lo concreta al aseverar que “lo único constante en esta vida es el cambio y espero que haya más cambios para mejor y más detonadores, para mejor, qué aburrido si me quedo estancada, me gustan los retos, el cambio, me emociona pensar que mañana va a ser mejor que ayer, en todas las facetas y que depende de mí (…) lo he ido aprendiendo, de las cosas que también he aprendido con la pintura, la libertad y pensar diferente, hay que buscar el crecimiento todo el tiempo (…) y es una emoción compartida con mi familia, tienen una mamá más feliz y gozadora y más libre”.

Fotografía por Camila de Ezkauriatza
Conoce más sobre sus obras
En su cuenta de Instagram podrás hacer un recorrido digital de su trabajo de pintura al óleo: @claudiajulianart
Por María Alesandra Pámanes
Fotografías por: Juan Rodrigo Llaguno, Camila de Ezkauriatza y Mónica Martínez Vite