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La semana pasada, me encontré con una amiga para “ponernos al día” y para mi sorpresa, nuestro encuentro parecía la novena temporada de una serie de televisión, de esas que son mucho rollo, rollo, rollo y parecen el cuento de nunca acabar…
¡Uf! mi amiga continúa enfrascada en la misma conversación que mantuvimos años atrás, se queja por las mismas cosas, sigue pensando en lo que pudo ser y no fue, incluso lo que aún no ha sido, se siente desafortunada y se le puede observar nerviosa.
Ni tarde ni perezosa y con el cariño que le tengo, le comenté lo siguiente: “Los pensamientos rumiantes, por lo general, no pasan desapercibidos por las personas que rodean a quienes los tienen, y cuando estos pensamientos se prolongan pueden convertirse en un problema”… ¿rumian qué?, me preguntó mirándome con cara “de qué estás hablando”.

¿Sabes lo que es el pensamiento rumiante? Lo explicaré de manera sencilla: es un tipo de pensamiento que se llega a instalar profundamente en nuestras mentes, y por lo tanto, aparecen una y otra vez en nuestras cabezas.

Las personas rumiantes tienden a pensar repetitivamente, les da vueltas a las cosas como en un círculo vicioso; repasan mentalmente una y otra vez, los aspectos, causas o factores emocionales que le causó una experiencia (tal vez con miedo a que se repita), algunas situaciones que están pendientes de resolver, o bien, hasta por las adversidades que se pudieran presentar… La persona rumiante invierte su valioso tiempo preocupada, repasando y repensando en su agobio, alimentándolo y fortaleciéndolo, lo que limita su flexibilidad mental o de pensamiento. Las personas rumiantes se quedan atoradas o atrapadas en un “bucle negativo”, es decir, que se mantienen como un trompo que gira y gira sobre lo mismo, lo cual los coloca en desventaja debido a que, cavilar nada tienen que ver con la reflexión.

Los estados de ansiedad buscan una salida, ser liberados de alguna manera, por lo que estos pensamientos se desatan cuando perdemos el control y nos sobrepasan, la ansiedad produce un bloqueo justo en el área emocional, bloquea la claridad de pensamiento e interfiere con la percepción de nuestro presente.
Los pensamientos influyen en la química del cerebro y en los estados internos, es decir, terminan somatizando el cuerpo y la manera o actitud como enfrentamos el día a día. El sueño y descanso se ven afectados, por lo tanto, será común manifestar irritabilidad, desolación y angustia, frustración, tristeza, y/o estrés, entre otros estados poco favorables traducidos en fatiga emocional, el bloqueo de la toma de decisiones y la búsqueda de la resolución de los problemas.
Las ideas obsesivas son bastante comunes. Todos, sin lugar a dudas, nos hemos encontrado aferrados a una situación que nos cuesta soltar, o vivimos el presente angustiados, imaginando el incierto futuro; ambas actitudes nos apartan de vivir el presente, el aquí y el ahora.

En conclusión, la reunión se convirtió en una sesión de coaching; con esto no quiero decir que le di la solución pero sí la oportunidad de abrirse, de detectar el fondo de su pensamiento rumiante. Mi amiga se trazó un propósito… ¡desenchufarse! dejar de darle vueltas a lo mismo todo el tiempo. Para ello, empezará por bajar su ansiedad, recurrir a estrategias de relajación, meditación, respiración, ejercicio, retomar y enfocarse en lo que le apasiona, iniciar un nuevo proyecto, buscar ayuda profesional … ¡lo que sea necesario con la intención de desbloquearse!
¡Aprendamos a soltar, y a disfrutar de la vida!


Edna García Martínez
Coach en Resiliencia, familia y neurodiversidad.

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