Perdonar implica renunciar a cualquier manifestación de rencor hacia el ofensor, para devolver esperanza y ser capaz de aceptar el camino del encuentro y no del aislamiento y la cerrazón.
Poco antes de fallecer mi hermano (quien padecía enfisema pulmonar y cáncer de garganta), le visité para animarle y ofrecerle un poco de compañía, acostumbraba hacerlo cada mes en los últimos 12 meses. A sus 61 años enfrentaba diariamente los estragos de una penosa convalecencia que le impedía hablar, además de dificultad para alimentarse y caminar.
Ambos sabíamos que se aproximaba su partida en cuestión de semanas, así que aproveché para proponerle perdonarnos mutuamente. Una oportunidad de oro en la relación de ambos. Recuerdo que inicié con una oración, en voz alta, para después intercambiar sentimientos y ofrecer y aceptar disculpas por todos los agravios y ofensas del uno hacia el otro. Débil y resignado, aceptó gustoso mi propuesta. Fue un gran momento para aliviar y sanar heridas de rencores, malas decisiones y desencuentros pasados.
Han pasado 12 años de ese emotivo encuentro y lo refiero ahora para destacar la importancia de esta virtud en una sociedad individualista, consumista y utilitarista, que pondera los logros materiales, la competencia, el desprecio por los débiles y vulnerables, a la vez que muy desentendida del diálogo y el perdón como medios para fortalecer la amistad social y la vida familiar.
Una de las costumbres que no debe perder nunca una familia, es el diálogo; hay que intentar fomentarlo y promoverlo todos los días. El diálogo favorece valores importantes como la comunicación, la tolerancia hacia los demás y la capacidad de admitir errores.
Algunas de las condiciones que favorecen el diálogo familiar son: paciencia, tolerancia, momento y lugar adecuado, detectar oportunidades de conversación e intercambio de ideas, interesarse en los temas y problemas de otros, saber escuchar y crear un ambiente propicio.
Pedir perdón se suele asociar a la humildad por reconocer que se ha cometido un error y también que la persona muestra intención de rectificar o compensar, de algún modo ese error. Se opta por construir juntos la paz y evitar el enfrentamiento.
Independiente a las creencias de cada persona, hablaré de lo que dijo el Papa Francisco en su reciente encíclica, Fratelli Tutti: «en el mundo actual los sentimientos de pertenencia a una misma hermandad se debilitan y el sueño de construir juntos la justicia y la paz parece una utopía de otras épocas».
Estas declaraciones del Pontífice nos hablan del gran esfuerzo que como sociedad, necesitamos realizar para vencer el individualismo y la indiferencia en los tiempos que corren, mismos en los que la familia es el entorno propicio para educar a los hijos en el diálogo y el perdón. En este sentido, y a pesar de su evidente reclamo por el bienestar social y familiar, no vemos mensajes públicos ni campañas promoviendo el diálogo y el perdón al interior de la familia, creo y sostengo que sería de gran ayuda para combatir la violencia familiar cada vez más preocupante. Porque la familia es un bien para la persona y para la sociedad.
Apostar por la familia no es un gasto, es una inversión.
En la película «Jornada de perdón», estrenada en 2018, dos hermanos tan distanciados como diferentes, reunidos por el fallecimiento de sus padres, descubren en el testamento que para recibir la herencia, deberán viajar juntos por el país y agradecer a todos los que les ayudaron en vida. Cabe señalar que en todo encuentro con cada uno de quienes ayudaron a sus padres en su viaje de luna de miel, los hermanos descubrían y apreciaban la esperanza, el agradecimiento y la cordialidad como virtudes que los acercaba gradualmente como miembros de una misma familia.
Hoy las familias están muy expuestas a la tentación del aislamiento, la discordia y la falta de empatía, por diferentes circunstancias, (envidias, prejuicios, orgullo, codicia, etc.) y es natural que se cometan errores que no conducen al encuentro y la armonía; pero sin el diálogo y el perdón, además de la voluntad por solucionar conflictos, la relación familiar se convierte en una «incómoda pesadilla».
Perdonar es una de las cosas más difíciles de practicar pues se trata de combatir sentimientos negativos acumulados, producto de juicios y experiencias en las que nos percibimos como víctimas. Cuesta mucho aceptar los errores de otros y disponemos a la reconciliación sin desentendernos de los daños. Al final del día, habrá valido la pena porque se enfrentó el egoísmo, la indiferencia, el orgullo y el desgaste físico y emocional, conductas que tarde o temprano nos cobrarán la factura. Apostar por la familia no es un gasto, es una inversión.
Actos de reconciliación
Las acciones que ayudan a lograr la reconciliación, sin que se perciban necesariamente como pasos a dar, son:
- EMPATÍA
Capacidad para ponernos en los zapatos del otro.
- RESPONSABILIDAD
Capacidad para responder por los actos y en vez de hablar de culpables, hablar de responsables.
- VISUALIZAR LOS BENEFICIOS E IR POR ELLOS
Reconocer que se opta por construir juntos la paz y evitar el enfrentamiento, mientras mejor visualizados, menor será el esfuerzo a realizar.
- EVALUAR LOS CAMBIOS
Capacidad y habilidad para identificar conductas nuevas y niveles de bienestar que habían prescrito y ya se recuperaron.