El conocimiento y la emoción van de la mano, siendo la inteligencia emocional un factor determinante en el proceso de enseñanza y desarrollo. Te presentamos algunas de las más elementales
Al leer el título de este artículo quizá podrías pensar: ¿Qué relación pueden tener las emociones con lo que se aprende? Hay una relación muy importante y aquí te explicaremos porqué.
Antes se creía que aprender era un proceso relacionado a obtener conocimientos, donde solo la corteza cerebral era la responsable de lo que aprendíamos. En la actualidad, gracias a muchas investigaciones en el campo de la neurociencia1, se puede decir que el aprendizaje, el conocimiento y la emoción van juntos; como una moneda de dos caras que no pueden separarse.
Según la psicóloga española Begoña Ibarrola, experta en educación emocional, las emociones fluyen en el que aprende y en el que enseña y son tan importantes porque son las responsables de la memoria. Las personas nos acordamos más de lo que hemos aprendido con emoción o lo que hemos vivido en nuestra vida con alguna emoción. Recordamos más a los maestros o a las personas que nos han dejado alguna huella… ¡o también cicatriz!, porque hay emociones positivas que ayudan al aprendizaje y también emociones negativas que lo limitan.
Ibarrola nos habla de tres emociones positivas que ayudan a las personas a aprender mejor y a potenciar su enseñanza. La primera es la curiosidad, la cual hace que nuestro cerebro se expanda y preste más atención. Cuando algo nos interesa, casi aprendemos solos, buscamos la información donde sea, no importa el tiempo o los recursos que invirtamos. La curiosidad nos hace salir de la rutina, nos abre la mente al conocimiento y a las relaciones sociales. La segunda emoción positiva de la que habla la mencionada experta, es la confianza en uno mismo. Si uno confía en que tiene la capacidad para aprender, va a aprender más; cada vez se irá poniendo más retos y su nivel de auto exigencia será mayor. Otra emoción positiva para potenciar el aprendizaje es la confianza en los demás. En un equipo cada quien posee diferentes habilidades y confiando en la suma de todas es como se llega a la meta en común. En el aula, el que un maestro establezca un ambiente seguro y de confianza, potencia enormemente el aprendizaje. Si los alumnos se sienten acogidos, aceptados por sus maestros y compañeros, su cerebro más fácilmente puede abrirse al proceso de instruirse. Se ha demostrado que la calma y tranquilidad favorecen también el desarrollo, pues permiten centrar la atención; es decir, no hay miedo, angustia ni nada que perturbe para poder tener los sentidos atentos.
Como dijimos antes, también hay emociones negativas que dificultan el aprendizaje. Es importante aclarar que ninguna emoción es mala, todas las emociones ya sean positivas o negativas, son buenas porque nos ayudan a auto conocernos. El autoconocimiento es la base para la autorregulación emocional, competencia necesaria para saber expresar adecuadamente nuestras emociones sin hacernos daño a nosotros mismos o a los demás, en las relaciones sociales. El miedo es una emoción que dificulta la didáctica. Ocasiona que nuestro cerebro genere ciertas substancias que bloquean a la memoria, causando también estrés, ansiedad y por consiguiente bajo rendimiento académico.
Otra emoción que limita muchísimo el aprendizaje es el aburrimiento. Cuando un alumno no se conecta con la explicación de un maestro, no se queda con nada porque su atención se dispersa. En cambio, si el profesor o su clase hacen que aumente la curiosidad de los alumnos, el aburrimiento disminuye y los procesos de aprendizaje pueden darse con facilidad.
La envidia y el aprendizaje competitivo también limitan mucho el aprendizaje. El estar pendiente de lo que hacen los demás y estarse comparando, provoca mucha tensión y es imposible relajarse y centrarte en lo tuyo.
Podemos decir que el papel de la inteligencia emocional es imprescindible en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Se necesitan maestros que sepan conectarse emocionalmente con sus alumnos, que el salón de clase sea un espacio seguro y libre de juicios y bullying. Esto ayudará a los estudiantes a elevar sus niveles de resiliencia para poder afrontar retos y tomar buenas decisiones dentro y fuera del aula.