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Si de inclusión se trata, las empresas pueden poner el ejemplo al crear comunidades inclusivas en su cultura laboral, lo que se traduce en cambios por una mejor sociedad.

Mucho se habla de la inclusión, pero poco de cómo ponerla en práctica… Aún así, cada vez más voces se alzan para lograr cambios en favor de la inclusión y con ello garantizar que todos tengan las mismas oportunidades en entornos laborales.

Y es que, además de ser justo, responsable y solidario, es también una forma de brindar beneficios para las empresas y la sociedad, satisfaciendo sus necesidades y generando capital y asegurando la prosperidad.

De acuerdo a Gallup Workplace, cuando hay inclusión en un entorno laboral, se ve un aumento del 39 por ciento de la satisfacción del cliente, un incremento del 27 por ciento de la rentabilidad y un 22 por ciento de la productividad.

Una de las vías para fomentar la inclusión es que las empresas formen familias en sus ambientes laborales, siempre manteniendo la línea del respeto hacia el área profesional y la personal de los empleados y otros involucrados.

Así como en las familias hay figuras de autoridad, otras en edad de aprendizaje y unas cuantas vulnerables, en las compañías sucede lo mismo. Por eso ver unos por otros como si fuera la propia familia es una forma de crear una cultura laboral inclusiva, además de tener diversidad social, integrada a su modelo de negocio, al igual que políticas y filosofía de respeto y colaboración con equidad de género, contratación de personas con alguna discapacidad, adultos mayores, etc.

Esto no solamente mejora el clima laboral y aumenta la rentabilidad e imagen corporativa de las empresas, también sensibiliza a la sociedad y esparce la responsabilidad social más allá de ser una acción altruista, sino que se convierte en una perspectiva de vida para vivir en comunidad.

La implementación de la responsabilidad social –dentro y fuera de las empresas– empieza desde casa y a partir de la educación en valores que se les proporciona a los hijos por parte de los padres o tutores. Ello se puede reforzar en la escuela, siempre y cuando se opten por la enseñanza de tópicos como la gestión de la inteligencia emocional y empatía, por ejemplo.

Así, al llegar al ambiente laboral, las personas ya cuentan con una visión altruista y todos los involucrados de las empresas comienzan a exigir y poner en práctica la inclusión.

La inclusión y la responsabilidad social son la clave para que las empresas y la sociedad actúen y trabajen de la mano y poco a poco se vea por el bien de las personas, las comunidades, las familias, las corporaciones y, claro, el planeta.

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