La alegría y el buen humor son dos elementos fundamentales para tener salud mental y, en no pocos casos, la clave para vivir una larga vida con bienestar y felicidad.
En el mundo actual tan característico por sus prisas, la agitación en las grandes ciudades, con su ritmo de vida trepidante, las aglomeraciones de las masas, los embotellamientos viales y un exagerado activismo que a menudo produce vértigo, se ha obtenido como resultado que muchas personas han perdido la paz interior y el sosiego espiritual para vivir con tranquilidad y armonía.
Cada vez son más las personas que acuden a terapia con psicólogos y psiquiatras en busca de soluciones y alivio para diversas alteraciones que sufren en sus estados de ánimo. Constatamos que hoy como nunca han proliferado enfermedades orgánicas y del sistema nervioso –producto de ese permanente estrés– que en épocas anteriores eran poco frecuentes.
Por ello es importante que cada persona se pregunte a sí misma, ¿cómo cuido mis momentos de descanso?, ¿he descubierto qué deportes o sanos entretenimientos realmente me relajan?, ¿considero que me ayudan a reponer fuerzas para continuar con vigor y buen ánimo la siguiente jornada o semana? Porque lo que distrae gratamente a una persona, para otra, puede resultar tensionante o fastidioso.
Inclusive se podría afirmar que también es un arte el aprender a descansar y, en los ratos libres, ocuparse de actividades que producen diversión, gozo y entusiasmo.
Y es que consolidar una personalidad firme y estable se manifiesta en el vivir la propia existencia con ilusión y serenidad; en cuidar los aspectos que ayudan a mantener la salud mental, en procurar consolidar una conducta madura, en saber analizar y hacer una autoevaluación sobre temas esenciales. Por ejemplo: ¿Cómo enfocar acertadamente mis metas profesionales, mis responsabilidades familiares, el deseo de ganar más dinero y las diversiones?, ¿qué elementos habitualmente me quitan la serenidad y qué remedios debo emplear para buscar soluciones prácticas?, ¿qué hacer ante momentos de crispación, de enfermedad o de tristeza?, ¿por qué es importante que nuestro ser entre en contacto con la estética y la belleza?, ¿qué cosas nos hacen reír y por qué es importante, no sólo saber apreciarlas, sino además cultivarlas?
Sin duda, cuando se pierde de vista el sentido trascendente de la existencia, muchos seres humanos pierden el rumbo o se extravían de su camino ante tantos estímulos externos o espejismos que presenta nuestra sociedad actual.
Por ello, resulta fundamental tener una positiva dirección en la vida, un Norte claro que conduzca hacia una alegría profunda y a una felicidad verdaderas.
Mirar el lado alegre de la vida
Me parece que todos hemos conocido a algunas personas que tienden a dramatizar los hechos, a sacarlos fuera de contexto, a sobredimensionarlos y, por tanto, fácilmente generan conflictos, fricciones y roces con los que conviven en su trabajo, en su familia…
Por esta razón, es trascendental aprender a mirar la vida, con realismo, pero a la vez con actitud equilibrada, entusiasmo, optimismo e ilusión. Ahora ya no se enfatiza ni se habla tanto de “problemas” sino de “retos” y de “áreas de oportunidad y de crecimiento”. Considero acertado este nuevo enfoque.
Desde luego que no faltan –en el transcurso de la existencia humana– el dolor, el sufrimiento, la pérdida de seres queridos, los contratiempos, las dificultades, los apuros económicos, los sinsabores…
Pero una persona madura se ejercita en redimensionar esas pruebas o circunstancias concretas y las enfrenta con paciencia, prudencia, serenidad, objetividad, alegría y hasta con buen humor. Sin duda, es la combinación ideal para conservar la salud mental.
Recuerdo a un amigo mío, arquitecto, ya entrado en años, que tiene la buena costumbre de anotar en su celular los chistes graciosos y divertidos que escucha. Me suele decir: “Permíteme, voy a anotar este chiste que me contaste porque me parece estupendo”.
Y le pregunté: “¿Y qué haces con esa larga lista de cuentos que llevas escritos?”, “Muy sencillo: todas las semanas tengo que ir a visitar a mi tío viudo que está solo y un tanto triste por el hecho de estar viviendo en un asilo, y el contarle chistes es un modo práctico de levantarle el ánimo. También, como mis familiares y amigos son mayores, nunca falta que alguien se enferme y tenga que internarse en el hospital. Y para que piensen en otra cosa y pasen un rato agradable, como una forma práctica de ayudarles, les comienzo a relatar chistes, se ríen mucho y ¡hasta se les olvidan las molestias de sus padecimientos! Es más, me piden que no me vaya, ¡qué siga contándoles más cuentos!”.
Sin duda, ésta es una manera fina y delicada de vivir la caridad con los demás; un modo de alegrarles la vida para hacerles más amable su trabajo, la convivencia o su misma enfermedad.
Aclaro que no me refiero a esa alegría superficial, ligera, la de la risotada hueca y banal, sino de esa alegría profunda y serena, propia de una persona centrada y con valores trascendentes.